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A NTONIO P INTO R ENEDO
de adoptar niños huérfanos, de modo que la maligna cade-
na de esas enfermedades quedaría extinguida.
EL DOLOR Y LAS INFECCIÓNES
Es un gran error tratar de huir del dolor abusando de los
antiinflamatorios, porque un dolor leve no hay que aso-
ciarlo de forma automática a una enfermedad. En ocasio-
nes, lo que indica es un proceso de adaptación y cambio
de nuestro cuerpo al medio que le rodea, y estorbarlo con
medicamentos resulta contraproducente. Otras veces,
como en el caso de algunas infecciones, el proceso infla-
matorio facilita la llegada de los anticuerpos a la zona infec-
tada y con ello elimina la infección. Por supuesto, la fiebre
elevada hay que combatirla por el riesgo de daños graves
que conlleva, pero cuando es leve, puede ser de utilidad, al
favorecer el riego sanguíneo y el acceso de los anticuerpos
a la zona infectada.
En cuanto a las bacterias y virus, su función en la natu-
raleza no es causar daño a las personas, pues su misión es
la de descomponer la materia muerta y evitar que el mundo
se convierta en un cúmulo de desechos sin reciclar. Sin em-
bargo, cuando las bacterias entran en un cuerpo débil, el
proceso es similar a si estuviera muerto y las bacterias lo
que hacen es intentar descomponerlo y reducirlo a sus ele-
mentos básicos; esto no significa que busquen el mal a las
personas, puesto que estas clases de epidemias tienen más
que ver con la desnutrición u otras causas similares que de-
bilitan las defensas naturales. Otras veces, el problema es
el desconocimiento por parte del sistema inmunológico de
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