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A NTONIO P INTO R ENEDO
minado momento es porque su cuerpo ya está preparado
para ello. Pero, en cualquier caso, el Estado tiene el deber
de ayudar a esa mujer a proseguir el embarazo de forma se-
gura para que llegue a buen término.
LOS TRASPLANTES
En mi opinión, la sociedad ha elegido el camino equi-
vocado en el tema de los trasplantes de órganos. Creo que
es un grave error recurrir a los cadáveres para intentar so-
lucionar los problemas de los vivos. Esa política pone al
hombre al nivel de los animales carroñeros y esos compor-
tamientos deberían ser impropios de la especie humana.
Si todos los esfuerzos científicos y económicos se hu-
bieran dedicado a la producción de órganos artificiales, en
estos momentos ya se tendrían muchos órganos de origen
artificial que, por su calidad, se asemejarían mucho a los
naturales, y es que, con el tiempo, esto llegará a ser así, las
inversiones en trasplantes lo que hacen es retrasar este mo-
mento en perjuicio de los enfermos.
Además, se está popularizando la salvaje costumbre de
trasplantar órganos de unas personas vivas a otras, lo que re-
sulta una práctica lamentable, porque se pasa de tener una
persona con minusvalías a tener dos.
Sería conveniente que la sociedad exigiera a sus gobier-
nos y a las empresas farmacéuticas la modificación de sus
pautas de conducta y que reconduzcan sus investigaciones
hacia la producción en serie de órganos artificiales de buena
calidad que permitan acabar con las listas de espera. No es
justo que se obligue a los enfermos a esperar la muerte de
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