El Corán y el Termotanque | Sexto número Año 2, número 6 | Page 40

que pongas el libro ahí para que lo escriban esos pendejos pelotudos; ¡arruinar las fotos así! Decime vos si tenían que dibujar hasta un pito y echar a perder tanto esfuerzo. Ya vamos a averiguar quiénes fueron… y yo ya sé muy bien quiénes fueron. ¿Cómo hacés para aguantar a esos pelo- tudos todo el día, me decís? Le vamos a pegar algún stic- ker encima. No se puede guardar una cosa así… Simona, ¿me escuchás?, voy a preparar la comida y en un rato te llamo a comer. En el álbum de la fiesta Simona parecía haber cumplido 22. Era toda una mujer. En la tapa del fotolibro ella estaba entre Mamá y Papá. Mamá sostenía en una mano a Porota y Simona recién se dio cuenta cuando vio la foto, en la fiesta ni lo notó, pero no le importaba, ahora le gustaba verla ahí. No le iba a decir nada a Mamá para que no se preocupara, pero bajaría un kilito más y listo. Sería sufi- ciente. Blas se había reído de su vestido y ni una vez la había sacado a bailar. Quizás Mamá tuviera razón y en definitiva no fuera más que un pendejo pelotudo. Prendió la computadora y puso música a todo volumen. Se aco- modó los auriculares y abrió su diario: Siento que pasaron muchas cosas, y me siento lejos de Papá y de Mamá. Pro- meto que esta es la última vez que escribo Blas. Cerró el diario, agarró a Porota, le dio un beso y la sentó sobre el ropero. Porota quedó con la cabeza caída sobre un hom- bro y despatarrada. La tela estaba por demás de mano- seada y parecía a punto de convertirse en esas cosas que son puro nombre y que no se olvidan jamás. Le hubiera gustado ver las fotos del álbum, verlo a Blas, pero esta semana le tocaba a una abuela y después pasaría a la otra. Se quedó un rato mirándose el pecho, abrió el diario otra vez y escribió: Si en dos años no solucionamos esto, de regalo de cumpleaños pido las lolas. —Nena, a ver si empezamos a escuchar la música un poco más bajo—, la sobresaltó la voz de la madre detrás de su hombro y se apartó el auricular de la oreja—. Ya está la comida—, dijo. —Ahí bajo