El Corán y el Termotanque | Sexto número Año 2, número 6 | Page 17

IMPOSTORES DE LA FAUNA Por Yamila Yabale Impostores de la fauna se empolvaron las narices. Hoy te esperan en la sala, hoy termina la función. Ya sabés que los cangrejos nunca miran a los ojos y las ranas de esa agua, dicen, nunca han de beber. Programados van los osos con los cráneos mutilados distrayendo a las gaviotas que se emborrachan con anís. Los cachilos las consuelan, porque temen la revuelta. Nadie sabe las noticias, pues los cuervos se han negado a ser criados de antemano. Si los patos improvisan las arañas los envuelven, con sus patas caprichosas. Ellas quieren sean garras, por lo pronto no han llorado, en remplazo han vomitado. «Rechiflao en mi tristeza» canta el lobo a media tarde, sed de sangre ha declarado y los camellos han jurado procurar salvar al buey. Me regalan un silencio, vanidosa la chicharra. Visten seda los cabritos que en manada suman siete. Mil caballos se rehúsan a peinarse las pestañas, con espasmos de domingo, no recuerdan los mandatos. Nadie sabe las noticias. ¿Quién puede saber qué se come en el infierno? Conversaron largo rato el zorrino y la ballena, de lo triste y lo instantáneo, de pedazos de lo pérfido y del barro que se junta en las uñas de los pies. Impostores de la fauna se retiran sin aviso y se esconden en tu ropa, o en algún sucucho estrecho, si lo encuentran más temprano. Todo queda ya en silencio, a excepción de algunos huesos. 15