El Corán y el Termotanque | Segundo número | Page 31

El Corán y el Termotanque Novela por entregas En la brutalidad de lo cotidiano, el universo, que abre el infinito e inabarcable abanico del futuro, enciende a la propia imaginación - teñida de sospecha - y la tienta a descubrir el ansiado devenir.  LUNA DE PROVINCIA DE SANTA FE Por Andrés Calloni Ilustraciones: Ulises Baine Capítulo v 1959 ay una planta grande de mandarinas detrás de aquella casa en la que ya nadie vive. Antes de que el invierno llene el aire, el otoño se acaba y los últimos días son iguales a los primeros. Las ramas leves se suspenden en el aire sin viento. Ana Rosa calienta agua. A veces mira por la ventana y la presencia del sol la deja sin poder pensar en nada. Entonces barre el patio distraída o come bizcochos con lentitud. Cerca, todo es horizonte. Dos o tres días a la semana saca de una caja de metal una foto de su madre, su hermana y ella. Frente a una pared blanca las dos hermanas están paradas. La madre está sentada y es el centro de la foto. Tiene una expresión seria, pero en la boca se adivina una risa contenida. Le gusta demorarse en ese detalle. Cada vez que la recuerda siente un calor que la envuelve por un segundo. Luego le parece que el cielo fuese mucho más grande de lo que es y se pregunta por qué algunos días son como una tristeza dibujada. Piensa en el invierno que llega. Da un salto pequeño para salir de la cocina al patio. No sabe bien por qué, no hay nada que esquivar. Agarra una bolsa y sale de la casa sin volver a entrar, pasando por encima de un alambrado viejo. Va hacia la planta grande de mandarinas. Está llena de frutas. Hay dos hombres jóvenes sentados cerca. Las cáscaras en el piso dejan ver que estuvieron comiendo. Ella, mientras recoge, come. Ve una bien grande y deforme, un poco fuera de su alcance. La quiere para ella y con un palo comienza a golpear la rama que la contiene. La mandarina cae lejos. Cuando se dispone a buscarla, uno de los hombres se levanta y la recoge. Se acerca lento y se la da. Una mano grande se demoró en la suya y Ana Rosa sintió que en ese mismo momento comenzaba la noche. Las mandarinas