El Corán y el Termotanque | Segundo número | Page 24

Ayer fui al correo Por José Sainz Ilustraciones: Leonel Montes A yer fui al correo, a una sucursal de zona sur del correo, a una sucursal en plena curva ascendente de tristeza, clavada en una esquina, enfrente de una florería, las florerías, en general, son feas y son horribles aunque vendan flores, o en todo caso son feas y son horribles porque venden flores, a mí me da la impresión de que las flores son la muerte, para la muerte y no contra la muerte, aunque es cierto que hay gente que compra flores para otra cosa, para regalarle a la novia, a la madre viva, a la prima que se recibe, hay gente que se casa y compra flores, que compra flores para festejos, para adornar la alegría, pero igual casi siempre son lugares como arrugados, como marchitos, como si vendieran algo podrido, algo que viene podrido de origen, a mí me debe parecer que las florerías, en vez de ser el principio de un ciclo próspero, hacia adelante, son el comienzo de la caída del color, de la declinación, que son el lugar en el que empieza a pincharse algo hecho para crecer, no para postrarse en la mesada de la cocina de cualquiera de las dos mujeres que atienden en el correo, en esa sucursal del correo frente a la florería, Entre Ríos y Saavedra, desde afuera el local parece amplio, parece efectivo en el uso de la arquitectura, pero lo que hay adentro es espacio vacío en el mal sentido, espacio mal aprovechado, encima está en una esquina, justo en la ochava, la vidriera quedó en diagonal, la sucursal ya nació con esa maldición, con ese espacio mal resuelto, con ese corte incómodo, como si el cuerpo de un bebé viniera abollado para alojar a un siamés, yo fui con un sobre azul, que hace juego con el libro y sin saber si podía usar ese sobre azul, si estaba permitido un sobre azul, si era posible, quiero decir, un sobre azul, fui sin conocer la mecánica del trámite, hace años que no mando algo por correo, que no voy yo, quiero decir, a mandar algo por correo, el cor