El Corán y el Termotanque | Segundo número | Page 11

El Corán y el Termotanque nos dice Melaño que la justicia estableció algunos parámetros para acabar con estas provocaciones y que esas leyes fueron conocidas como el «Estatuto de Protección de las Aves». Pero las mentadas experiencias no fueron demasiado resonantes y –como todo – se olvidaron en beneficio del orden general de la comunidad. Las costumbres –nos apura Melaño – también seguían una inquebrantable lógica militar. De hecho, Melaño remitía a los especialistas en el asunto para graficarlo: «es imposible – decían estos ignorados estudiosos – lograr la transformación de las conductas sin una férrea disciplina y la repetición mecánica de las rutinas». De ese modo, en aquel pueblo, los pollitos se levantaban más temprano que en ninguna otra parte. Cerca de las tres y media de la mañana, los gallos de guardia se posaban sobre el poste de aviso y emitían su particular canto, cuyo significado era el deber despertarse para toda la tropa laboral. También tenían otros anuncios especiales, como el de alarma ante la inminencia de peligro o el que llamaba a reunión. El tradicional cocoroqueo sólo se ejecutaba en las ceremonias de gala, cuando los granjeros celebraban algún acontecimiento trascendente para la comunidad. Luego del despertar –detalla el aguzado Melaño – los pollitos llevaban a cabo una exigente práctica de ejercicios físicos y marchaban ordenadamente por toda la granja, ante la adustamente atenta mirada de los superiores. Melaño decía que aquella era la forma que encontraban para moderar las conductas, única vía para el mejoramiento productivo y la convivencia pacífica. En ese contexto, los granjeros tenían un lugar secundario, pese a ser quienes tomaban todas las decisiones y hasta eran capaces de remover a los gallos jefes si estos no respondían correctamente a las directrices o promovían condiciones espirituales inoportunas en sus subordinados. Tal es el caso de algunos gallos rezagados por la historia que, habiendo sido generales, intentaron organizar a los pollitos y las gallinas para lograr comportarse a voluntad y abandonar los corrales asfixiantes. Todos ellos –nos cuenta Melaño – fueron delatados y, como su carne vieja y maltratada es poco apetitosa, fueron