El Corán y el Termotanque | Quinto número Año 2, número 5 | Page 42

9 Un moribundo flota suspendido en la ventana. Está siempre a punto de morirse. La ciudad no se entera. Sólo un grupo de conjurados se disputa sus sagradas pertenencias. Fingimos que es ardua y grave la tarea. Y nos perseguimos en silencio, mirando hacia arriba. Tratando de reconocernos. 10 Conocí a un poeta que en vez de a Jesús cantaba a Simón «el mago». A él también le atraían la noche, los puentes, la Vía Láctea. Y el café, los sifo- nes, los cíngaros de uñas mugrientas, mientras la ginebra de elegante gollete le discurría la mesa. La mesa y dos vasos que alargan la sombra hasta que un cansado color malva viene a hacer morisquetas en la ventana. Un poeta. Como aquel que espera entre el velo blanco del ensueño y lucha con la pie- dra, para no decaer en los arrabales de la vieja, mal encalada, palabra. 11 Nadie es consciente de su propio tiempo. A veces dudo que exista eso que llama- mos tiempo, ni siquiera en sus más leves variaciones hechas de relojes circunspec- tos. Hoy es la reclusión o la ignorancia y mañana una cosa sagrada o herética. 12 Anhelo que un día las ciudades sean un solo laberinto. Y se nos con- dene al movimiento perpetuo de ir persiguiéndonos. 13 El poema es el arte de hablar solo y de alzar el cetro de un rey que ha enloquecido. El poeta que conocí, llevaba una venda ensangrentada en la cabeza. Epílogo: Igual que en una antología está el epilogo que cuenta cómo se han perdido los dramáticos personajes. Yo también leo palabras que se han perdido y que un poeta declara como el perdido ritmo de alguna vieja banda de jazz. Entre esas cosas, hay alguna que podría datarse: copos de nieve extraordinaria en el traspa- tio de una casa que ya han demolido. Otras vienen de la memoria irónica. Pierre Pain murió en la oficina del patrón del cabaret Doré. No hay constancia de que recordara alguna vez a madame Reynaud, ni al poeta Vallejo. Su posible dia- rio –esa novela impertinente y anacrónica– está sujeta a reelaboraciones. Todas las grandes ciudades tienen un pasado hecho de leyendas que narran los habituales del Café, los tristes viandantes solitarios, los conspiradores. Va siendo hora de que esta ciudad también tenga alguno 40