ticos no se vieron afectados y como consecuencia de
ello surgió una raza más bella. Por lo tanto la diferen-
cia más significativa que se puede encontrar es la be-
lleza, pero no por ello deja de ser importante.
Además, fue la naturaleza en su sabiduría la que
determinó que a cada continente y clima le corres-
pondiera una raza y por ello el ser humano no tiene
por qué alterar esta situación. Hoy en día la sociedad
considera traumático abordar esta cuestión, pero si
uno la analiza sin prejuicios ni temores no podrá ne-
gar que en el fondo tiene un sentido.
Por lo tanto, es evidente que el hecho de defender
la integridad racial no tiene por qué implicar la de-
fensa de la esclavitud ni tampoco la de ninguna otra
forma de maltrato a las demás razas, lo cual me pare-
ce del todo rechazable. Además en el futuro, con-
forme se vaya colonizando el sistema solar, la instala-
ción de colonias en los distintos planetas podrá hacer-
se también por criterios raciales, así en los planetas
más calurosos como Mercurio y Venus se podría esta-
blecer la raza negra y árabe, en los planetas centrales,
Marte, Júpiter y Saturno la raza blanca y en los plane-
tas Urano Neptuno y Plutón la raza amarilla. De la
misma forma que el progreso del cosmos se basó en
el progreso del caos hacia el orden el progreso del ser
humano debe dirigirse hacia la defensa de la propia
raza oponiéndose al desorden que supone cualquier
forma de mestizaje, pero también oponiéndose a
cualquier forma de esclavitud. Porque el verdadero
significado del humanismo del que tanto se habló tras
la segunda guerra mundial es que todas las razas