EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART | Page 30

Lokalanzeiger que únicamente un judío sería capaz de conseguir algo semejante a lo conseguido por el supremo desparpajo maniobrero de Pablo al plantarse en medio del Capitolio y esclafarle en ese marco al Imperio Romano unas ideas que acabarían por liquidarlo. Así se expresó el tal Levin, al pie de la letra; aún lo tengo presente como si lo tuviera delante». «Eso da en el clavo», repuso Hitler. «Puede pasar todavía largo tiempo hasta que el Cristianismo se reponga de S. Pablo. ¡Ah, pero qué temperamento más crédulo tenemos! Un judío asesina a cientos de cristianos; al instante se percata de que el resto reacciona con un fervor redoblado; al punto la famosa luz desciende sobre él; ahora se las da de convertido, adopta la grandiosa pose, y mira lo que resulta: aunque a cada paso se va apartando más y más de los otros apóstoles, escuchamos embelesados sus tronantes sermones. Las sencillas doctrinas del Señor, que en sí están al alcance hasta del intelecto más simple, tienen que sernos explicadas ahora por un hebreo». «El judío» –repuse yo- «bien podría decir que por qué somos tan lerdos que dejamos que el primero que pasa nos la pegue. Y habrá augures y adivinos que considerarán sus palabras con trémula admiración, en virtud del bestial retorcimiento, o como ellos lo llaman -“espiritualidad”- de su mentor». «Y si uno se ciñe a lo que son las meras posesiones materiales» – contestó Hitler- tendrían razón. «Cierto Moritz (91) se jactó pomposamente en una ocasión de que los judíos administraban la heredad espiritual del pueblo alemán. Lástima que no dejase aclarada la forma en que la administran. Me temo que, si siguen teniendo por poner un ejemplo a Goethe en el candelero durante un par de décadas más, llegará un buen día en que el pueblo hará el descubrimiento cabal de que era oriundo de Francfurt. Pero aún en un momento así seguirá habiendo hombres que leen a Goethe con los ojos de Goethe, y no con las viscosas anteojeras de los Moritz. Probablemente pocos de ellos se contarán entre los profesores, pero bien podría haber alguno que otro entre los vagabundos. En cualquier caso, esa condición jamás se extinguirá, y el viejo Goethe está bien salvaguardado en su regazo. El Goethe novedoso ya pueden administrarlo los judíos, que nadie se lo va a disputar. Es como para envidiárselo, vaya». «Pero, ¿y en el caso de que los vagabundos también acabaran volviéndose crédulos oyentes y sucumbieran igualmente al hechizo?» –dije yo como simulando preocupación. «Es propia de la naturaleza del vagabundo» –dijo Hitler riendo- «el hecho de que su corazón se halle tan rebosante que hasta el dejarse persuadir sirve a sus propósitos; jamás actuará en consecuencia a esa mera persuasión. Los vagabundos intuyen aquello que está vedado a la visión de la inteligencia de los inteligentes; y además lo salvaguardan. Se puede engañar su mente, pero ni siquiera ellos mismos tienen control sobre su alma». VI «Y ya ves» -dijo Hitler dando un golpecito en la mesa-, «es a ellos a los únicos que hay que agradecer el que los judíos no hayan conseguido administrar nuestra herencia cristiana sino en la misma medida en que puedan administrar el resto de nuestra herencia cultural. ¿Dónde se hallan? ¿Dónde se 28