EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART | Page 25

innato, que antaño actuaba de forma inconsciente, y desde la aparición de Cristo de forma manifiesta, nos enraíza». «Es cierto», contesté, «nuestro frente se opone tanto a la derecha como a la izquierda. Y es así como llegamos al sorprendente extremo de que las dos facciones que se combaten mutuamente entre sí se pongan en guardia contra nosotros. Los rojos aúllan tildándonos de reaccionarios, y para los reaccionarios somos bolcheviques. Por todas partes el judío entona la marcha de ataque contra nosotros. Las capas humildes no alcanzan a verlo, aún no alcanzan a verlo, y en consecuencia, llevados de su ignorancia, nos odian; la capa privilegiada lo ve, pero piensa poder servir a sus objetivos en su propio provecho, y en consecuencia intenta derribarnos por la espalda, movida más por su falta de escrúpulos. Hace falta una buena dosis de fe para no perder el valor en semejante trance». «Gracias a Dios contamos con ella por quintales», se enderezó Hitler sonriendo. «No hay expresión que tanto nos halla llegado hasta lo profundo del corazón como la de “¡No temáis!”. ¿Y se dice que habría sido formulada por un judío? ¿Por ese vástago de un miedo crónico? Disparatado a más no poder». «La falsificación puede tocarse con los dedos» –repliqué. «En el Evangelio de S. Juan, Cristo proclama a los samaritanos: “La salvación viene de los judíos”, y en el mismo Evangelio, unos cuantos capítulos después, recuerda a los judíos: “Vosotros no pertenecéis a Dios”, llegando incluso a manifestar en ese punto que lo que él dice no es sino la Verdad de Dios, cosa que sin embargo no había hecho Abraham (72) . Está claro que no pertenecer a Dios y tener al Diablo por padre significa en buena medida lo mismo; ¿y de éstos barrios habría de venir la salvación? Hasta un ciego percibe aquí el añadido posterior por obra de cualquiera de los notorios prestidigitadores. El mismo engaño tenemos allí donde Cristo mismo dice que no ha venido para derogar la Ley, sino para consumarla. Vamos, que no va a quitar ni una coma, y así sucesivamente (73) . ¡Tonterías! ¡Va infringiendo la Ley programáticamente, con expresa deliberación! Incluso a sus discípulos les aconseja en tal sentido, y bien a menudo. Pasea por la ciudad en sábado con ellos, lo que está prohibido; en la Sinagoga come de los panes ofrendados, de los que sólo los sacerdotes pueden comer, y hace que sus acompañantes también los prueben; demanda de forma manifiesta que se transgredan los reglamentos relativos a los alimentos (74) – ¡si esto es un escrupuloso cumplimiento de la Ley, que venga Dios y lo vea! Nada, puras cabriolas, con el mero objeto de hacernos ver su congénita veneración por la religionzucha judía». «Acabas de hacer alusión» –dijo Hitler dándome una palmadita en el pecho- «al resorte principal del que se valen los judíos para distraer de la constitutiva infamia de su raza. ¡Un pueblo que ha engendrado al Salvador tiene que ser el pueblo elegido! En tal tarea, los muy tarugos fueron lo bastante estúpidos como para dejar al lado de sus falsificaciones los ejemplos que las contradecían. Si el mundo no hubiera sido tan candoroso, ha-ce mucho que habría logrado entrever las artimañas prestidigitatorias». «Bueno», dije guiñándole el ojo, «quizá demostraron verdaderamente su sagacidad. Me refiero a que lo hicieron al ser lo bastante sagaces como para no dárselas de sagaces (75) . ¡Piensa en Lutero! Los judíos desearían volver equívoco todo lo relativo a ellos, para que no haya nada claro, escribió (76) . Su táctica se orienta más bien hacia la confusión. Era indefectible que se desatara la polémica en torno a Cristo. Y prefieren que la creencia general reverencie a 23