EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART | Page 13

III «¿Dime» -le interrumpo– «consideras que los judíos tienen un carácter nacional o cosmopolita?». «Ni lo primero ni lo segundo» -fue la respuesta. «La simpatía cosmopolita presupone conceptuar al resto del mundo en paridad con uno mismo, y si el mundo luego corresponde, pues estupendo. La última esperanza que podría perder por ejemplo el cardumen de prosélitos de tal simpatía que tenemos aquí en casa es la de que llegará el día en que el mundo esté tan a bien con ellos como ellos con el mundo. Mientras tanto creen que basta con la buena voluntad para que las cosas acaben marchando. Pero ésta precisamente es la que le falta al judío en casa, ni rastro de ella. A éste no se le ocurre ni en sueños eso de arreglarse a la humanidad. Lo que quiere es dominarla, y mejor aún sangrarla. Si en su caso la cosa hubiera ido de eso de la convivencia armoniosa, ya habría tenido oportunidades de sobra y más que de sobra para ello. Tiene grabado en el alma el mandato de Jehová (22) de no aliarse con ningún pueblo, sino al contrario el de ir devorándolos uno tras otro. Allí donde llegó, en todas partes recibió al comienzo un trato esmerado, en el antiguo Egipto, en Persia, en Babilonia, en Europa; en ninguna parte brilló éste por su ausencia. Los conquistadores germánicos le otorgaron todo un grupo de derechos personalizados, en los que se contemplaba la tolerancia para con él; tenía garantizada la propiedad del suelo y de las fincas. Podía comerciar donde y como quisiera, incluso con aquello a lo que lo lleva su inclinación fundamental, con esclavos; podía revestir cargos públicos como cualquier ciudadano, incluido el cargo de juez; y su supuesta religión se hallaba rigurosamente protegida por el Estado (23) . Esto es más o menos lo que escribe Otto Hauser, del que nadie podrá decir que no intentase el hombre presentar al judío a la luz más seductora posible –¡y tanto!, digo yo, como que hay que andarse con buen cuidado al leerlo, si no quiere uno que los árboles rubios acaben no dejándole ver la Selva negra (24) . Prefiero a grosso modo a Werner Sombart, y eso que los judíos eran los únicos que iban a las lecciones que daba en la Universidad de Berlín». «¡Para el caso, dice lo mismo que el otro!» –exclama. «Según su tesis los judíos jamás fueron en absoluto ciudadanos de segunda clase; antiguamente hasta tenían a menudo derechos especiales, que los eximían de determinadas obligaciones, del tipo del servicio militar y demás». (25) . «Nunca fue su punto fuerte eso de llevar adelante la carrera de las armas. En las guerras de liberación, los judíos sometidos a la corona alemana de Pomerania le hicieron al rey la oferta de darle dinero a cambio de no tener que ir en persona al campo de batalla, “porque en los tiempos actuales de poca utilidad pueden seros unos cobardes gallinas, pero de mucha 10000 táleros en efectivo”. Se autorizó el pago a cambio, y no sólo aquí, sino también en otras cinco provincias prusianas en las que los había a montones». (26) . «Conozco ese extremo de la fuente de Hauser», acoto yo; «resulta de dominio público. Y sin embargo tenemos que la Enciclopedia Mayer escribe 11