En noviembre de ese mismo año, a invitación de Jorge Pantoja y
Ángeles Mastretta, se realizó el Segundo Festival de la Canción
Rupestre del Museo Universitario del Chopo de la UNAM, una
serie de presentaciones de músicos pertenecientes al movimiento de
rock en español en la ciudad de México, cantautores como Jaime
López, Guillermo Briseño, Roberto González, Eblen Macari,
Nina Galindo, Rafael Catana, Roberto Ponce, Alex Lora (por
entonces recién separado de Three souls in my mind) y el propio
Rockdrigo .
Aunque ya desde 1982 entre Jaime López y el saxofonista Alain
Derbez habían organizado las primeras Jornadas de la Creación
Rupestre en el Centro Cultural Ollin Yoliztli, Rockdrigo fue el
autor del Manifiesto rupestre, un texto que acompañó a la difusión
de la serie de conciertos en el Museo Universitario del Chopo:
“No es que los rupestres se hayan escapado del antiguo Museo de
Ciencias Naturales ni mucho menos del de Antropología, o que hayan
llegado de los cerros escondidos en un camión lleno de gallinas y
frijoles. Se trata solamente de un membrete que se cuelgan todos
aquellos que no están muy guapos ni tienen voz de tenor ni componen
como las grandes cimas de la sabiduría estética, o (lo peor) no tienen
un equipo electrónico sofisticado lleno de sintes y efectos muy locos
que apantallen al primer despistado que se les ponga enfrente. Han
tenido que encuevarse en sus propias alcantarillas de concreto y en
muchas ocasiones quedarse como el chinito ante la cultura: “nomás
milando”. Los rupestres por lo general son sencillos, no la hacen mucho
de tos con tanto chango y faramalla como acostumbran los no
rupestres, pero tienen tanto que proponer con sus guitarras de palo y
sus voces acabadas de salir del ron... son poetas y locochones,
rocanroleros y trovadores, simples y elaborados. Gustan de la fantasía,
le mientan la madre a lo cotidiano, tocan como carpinteros venusinos y
cantan como becerros en un examen final del conservatorio”.
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