Cutaway Guitar Magazine | Page 44

Postales eléctricas FIRE por Toni Garrido -¿Exactamente, en qué instante un individuo deja de ser lo que cree que es? -preguntó Alan Connducci a los presentes de la sala. Un silencio duro y letal asombró a los allí presentes, un reducido grupo de colaboradores que parecían salidos de una película de terror por su aspecto circunspecto. Mientras charlaba con su verbo ilusionista que parecía la traslación de la palabra a un cuadro trampantojo, una pantalla ofrecía El Quimérico Inquilino. Solo hablaba Connducci, los demás escuchaban y en algún momento Kurt le lanzaba algunas preguntas, sentía una enfermiza fascinación por el cine de B&B MAGAZINE #34 Polansky, pero sobre todo, por el viejo forajido con quien abandonó la gasolinera y el polígono de la árida Arizona, dejando atrás los enloquecidos casos de Connducci, a su compañero Ronnie Valmo y la leyenda de John Wesley. momentos parecía que levitaba, parecía otra persona, parecía un ser sobrenatural. Algo que él buscaba a conciencia, tal vez lo estuvo buscando siempre y lo había encontrado en un punto indeterminado del corazón de Europa. El recuerdo era algo latente que le acompañaba, pero era el futuro lo que le desconcertaba, no sabía hacia dónde iba su vida, aunque hubo un tiempo en que sí lo tenía claro, hasta la aparición de su colega Ronnie. Ahora Kurt Wanda completaba la trilogía de chicos con el deseo y la duda como única meta, ellos protagonizaban una misma película con varios personajes sujetos a tres vidas parecidas y sigilosas. Sus vidas siempre se retorcían en el crepúsculo del día y en las leyendas urbanas más profundas y perdidas, todas ellas flotaban como ánimas en pena en algunos lugares recónditos y desconocidos que normalmente estaban dentro de ellos mismos. Kurt decidió salir de la sala, caía una tarde fresca de verano, unos pájaros revoloteaban con frenesí en una serie de círculos en perfecta armonía. Se encendió un cigarrillo y se apalancó en una zona de troncos cortados, parecía haber encontrado algo de paz en ese mismo instante, la verdad es que una pequeña dosis de felicidad era suficiente para un chico como él. Ronnie quedó atrás, todo quedó atrás, ahora solo había silencio y desconcierto. Apuró su cigarrillo mientras el sol se retorcía entre las montañas resistiéndose a esconderse, una laguna de dudas profundas le arremetían, parecía que cualquier canción de Richard Hawley hacía acto de presencia desde algún punto lejano. El chico solo estaba deseando la aparición de una sílfide más hermosa que el atardecer..., ¿acaso no era lo mejor que le podía pasar? Kurt suspiraba cuando le venían a la memoria aquellas sensaciones de soledad y fracaso, un monstruo desolador le incendiaba las entrañas, no conocía la paz ni siquiera en aquellos parajes tan alejados de todo. Connducci se adentró en los cuatro elementos de la teoría de Empédocles, por Mientras parecía entrar en un trance somnoliento, oía un leve rumor que se desvanecía por momentos para volver a aparecer entre el silencio. El rugido del bosque era lo único cierto que se escondía en es