Postales Eléctricas
¿
Fire
Exactamente, en qué
instante un individuo
deja de ser lo que
cree que es?
-preguntó Alan Connducci a los
presentes de la sala.
Un silencio duro y letal asombró a los
allí presentes, un reducido grupo de
colaboradores que parecían salidos de
una película de terror por su aspecto
circunspecto.
Mientras charlaba con su verbo
ilusionista que parecía la traslación de
la palabra a un cuadro trampantojo,
una pantalla ofrecía El Quimérico
Inquilino.
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Cutaway Magazine /55
Solo hablaba Connducci, los demás
escuchaban y en algún momento
Kurt le lanzaba algunas preguntas,
sentía una enfermiza fascinación
por el cine de Polansky, pero sobre
todo, por el viejo forajido con quien
abandonó la gasolinera y el polígono
de la árida Arizona, dejando atrás los
enloquecidos casos de Connducci,
a su compañero Ronnie Valmo y la
leyenda de John Wesley.
Ahora Kurt Wanda completaba la
trilogía de chicos con el deseo y
la duda como única meta, ellos
protagonizaban
una
misma
película con varios personajes
sujetos a tres vidas parecidas y
sigilosas. Sus vidas siempre se
retorcían en el crepúsculo del
día y en las leyendas urbanas
más profundas y perdidas, todas
ellas flotaban como ánimas
en pena en algunos lugares
recónditos y desconocidos que
normalmente estaban dentro
de ellos mismos.
Kurt suspiraba cuando le
venían a la memoria aquellas
sensaciones de soledad
y fracaso, un monstruo
desolador le incendiaba
las entrañas, no conocía la
paz ni siquiera en aquellos
parajes tan alejados de
todo.
Connducci se adentró en los cuatro
elementos de la teoría de Empédocles,
por momentos parecía que levitaba,
parecía otra persona, parecía un ser
sobrenatural. Algo que él buscaba a
conciencia, tal vez lo estuvo buscando
siempre y lo había encontrado en un
punto indeterminado del corazón de
Europa.