-Mi pequeña y viciosa Lucy -susurró
desde la puerta de la entrada
Norberto.
-Ohh no sabes..., no sabes lo que
estoy pensando, quiero conocer a
Kurt Wanda, me falta él -dijo con
pesadumbre Lucy.
-Lo tenemos cerca, está con
Connducci, así que con la ayuda de
alguna extraña suerte se puede dar
con los dos. Estuvieron juntos en la
gasolinera del polígono junto a Ronnie
Valmo y allí se les perdió la pista.
Valmo se esfumó, pero Connducci
y Wanda están en Europa, en algún
lugar de Los Sudetes, en algún
lugar del centro de Europa -dijo con
seriedad Ugarte.
Un nuevo relámpago cubrió la
estancia, la pequeña y erguida vela
que alumbraba se estremeció por
leves segundos al igual que la sonrisa
de Vince Taylor.
Lucy empezó con una lúgubre danza
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Cutaway Magazine /58
alrededor de la habitación mientras
Ugarte la observaba, sentía el latido
de la tormenta, el latido de la tierra,
el aliento de Vince y de Kurt, el aliento
de los dioses de la vieja Europa.
-Soy Lucy y quiero perseverar en
la búsqueda, quiero ser una diosa
suspendida en el aliento de Thor,
de Zeus, en el aliento de Marte, en
la belleza de Hera, Venus y Afrodita
-susurraba
Lucy
mientras
se
acariciaba los senos.
Ugarte se excitaba por momentos con
los ojos saliendo de sus orbitas.
-¡Cómo te deseo Lucy! -decía hacia
sus adentros el viejo Norberto.
Todos la deseaban, como una bandada
de salvajes aves que se deslizan por
los oscuros y anaranjados cielos de la
fría Europa.
Aves que viajaban hacia el norte como
ellos.
Todos la deseaban.
Todos.
Todavía y tal vez para
siempre.
La bella diosa Lucy,
cual Afrodita, cual
Hera.
Esa era Lucy.
Una ninfa, una diosa,
una zorra, una santa.
Empezó a acariciar
las fotos de Vince
Taylor
con
las
yemas de los dedos,
besando con ardor
aquellas
fotos,
besando
aquel
ángel de cuero
negro.
-Ohh cielos... ohh
cielos -susurraba
en silencio Lucy.
Norberto seguía extasiado, mirando aquella hermosa criatura llena de
vicios y deseos.