Cutaway Guitar Magazine BAJOS Y BAJISTAS 43 | Page 29
Muchos se
preguntarán a
qué me estaré
refiriendo con este
título tan extraño
y seguramente
tenderán a pensar
que en este artículo
voy a hablar de la
gente perezosa y de
que eso no está bien
etc. Es por esa razón
que quiero aclarar
inmediatamente que
esto es mucho más
que un título. Es una
de las máximas leyes
por las cuales
rijo mi vida.
Disculpándome por
esta breve alusión
en primera persona,
debo acotar que
siempre me he
considerado un
hombre trabajador
y dedicado.
¿Cómo entonces se
podrá cotejar esta
autodefinición con
esta ley que pongo
en ejercicio en lo
posible en cada
momento de mi
vida?
Cuando era pequeño, y llevaba a cabo “a mi
manera” alguna instrucción que mi madre o
mi abuelita me habían dado, recuerdo que
ellas me decían... “Este niño siempre buscando
no hacer las cosas como se debe, le gusta la ley
del menor esfuerzo nada más”.
El problema es que, de igual forma, llevaba a
cabo todo lo que ellas me pedían pero de la
manera que era más fácil para mí, y esa forma
usualmente se veía muy descansada, y para
colmo generalmente me tomaba muy poco
tiempo, al menos mucho menos tiempo que el
que ellas querían que yo estuviese ocupado. El
punto, seguramente, es que ellas me asignaban
estas tareas para así verme “haciendo algo” y
no sólo jugando o viendo televisión.
Con el correr de los años pude identificar
en esta tácita ley un valor positivo, y no
uno negativo como se le pretende siempre
asignar… Ir tras del cultivo y dominio de esta
ley e intentar hacerla parte de uno no significa
buscar ser un perezoso o un flojo, ni menos
hacer una apología de dicha condición, ya
que la ley del menor esfuerzo y la flojera son
conceptos diametralmente opuestos, de hecho
para llegar a dominar dicha ley hay que
dedicarle toda una vida de estudio y trabajo.
Vámonos acercando al punto entonces..., y
un par de surrealistas analogías o ejemplos,
servirán para ir afinando la dirección de estas
líneas.
La primera dice relación con Alain Prost.
Algunos lo conocerán bien, y otros se
preguntarán quizás qué instrumento toca.
Alain Prost fue uno de los más grandes
corredores de Fórmula Uno que haya existido.
Él era conocido por su cerebral manera de
manejar, y en mi opinión, en el momento en
el que se disputaba mano a mano cada carrera
con Ayrton Senna, me resultaba mucho más
atractiva su forma de manejar que la de
Senna. Pido perdón si acaso un fanático de
Senna está leyendo estas líneas. Prost tenía
una máxima que yo hago mía a cada segundo.
Él decía que si ganabas una carrera por más
de un auto de distancia, eso significaba que
lisa y llanamente “habías corrido mal”.
Qué quería decir Prost con eso…, muy
simple... Él postulaba que para ganar una
carrera sólo bastaba con llegar antes que
el segundo lugar, y en la medida que la
distancia con éste se fuera acrecentando,
las posibilidades de que algo saliera mal
se acrecentaban proporcionalmente. Prost
disentía de los pilotos a los que les gustaba
ganar por la máxima diferencia posible, ojalá
sacándole una vuelta completa al segundo, ya
que pensaba que esa era una actitud infantil,
poco racional y además egótica.
Otro caso ejemplar y ya más próximo a nuestra
realidad bajística, es el que se relaciona con
un detalle tan pequeño como las líneas del
diapasón en un Bajo fretless. En este sentido
agrego entonces que me resulta extraño que
todavía existan algunos colegas que miren en
menos a aquellos bajistas que tocan fretless
con las marcas de los trastes en el diapasón.
Lo más increíble es que una de las razones
más recurrentes que aducen para asignarle un
disvalor al hecho de tocar un Bajo fretless con
las marcas de los trastes, aparte de la razón
estética, y en mi opinión la más contradictoria
de todas las razones, es...
OPINIÓN
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