culdbura nº 13 Culdbura 13 | Page 16

Leonor, estuvo muy atenta a todas las novedades que se precipitaron sobre su hogar. Desde la partida de su padre, el alma se le escapaba del pecho presintiendo un encuentro a solas con Agustín. Sin embargo debió esperar. Una indisposición inoportuna la condenó a la cama por más de una semana, du- rante la cual sus hermanas Beatriz y Antonia llevaron las viandas al taller. La fiebre la transportaba a ensoñaciones calenturientas, de las que regresaba extenuada, confusa y culpable. El mundo onírico que visitaba, le permitía disfrutar de fantasías que la vigilia le vedaba. Cuando al fin se repuso, recibió exultante la indicación materna para realizar el mandado. Se esmeró con su atuendo. Su camisa blanca de lino con botones de madera contrastaba con la larga basquiña negra, y el broche de plata regalo de su padre en la cintura, realzaba su talle grácil y esbelto. Una redecilla tejida con hilos color ciruela, re- cogía su pelo dorado y sus ojos celestes, esa mañana resplandecían. No bien su madre y sus hermanas partieron a las labores de la huerta, Leonor lo hizo con premura rumbo al taller. Unos metros antes de llegar descubrió a su primo aguardándole en la puerta. El corazón se le aceleró. Entendió que la ansiedad por el de- morado encuentro, era compartida. Devolvió la sonrisa que su primo le regalaba, sin re- huir esta vez su mirada. Había en todos esos gestos una entendida complicidad. La puerta se cerró tras ellos. Agustín descargó con apuro los platos y la marmita con el guisado que le alcanzaban. Se volvió y sin titubeos la abrazó decidido contra su cuerpo. Leonor se sintió allí protegida y confiada. Cuando su primo buscó su boca con la suya, se la ofreció sin remilgos mientras le devolvía el abrazo. Dejó que sus manos ávidas recorrieran libres su espalda, sus caderas y sus senos. Le sorprendió su respirar agitado y cálido y eso le animó a no disimular su propia emoción. La redecilla se enredó en los dedos del joven, y dejó que el pelo lloviera sobre sus hombros. Sin resistirse sintió como los botones de su camisa se abrían uno a uno y luego la rosa de plata que prendía su falda. Se deslizaron entonces sus ropas dejándola de pie, desnuda y atenazando sus ver- güenzas contra el cuerpo de Agustín. Con dulzura, éste desprendió el abrazo y en se- gundos se quitó las suyas. A Leonor le excitó ver su sexo erguido y la poblada mata rojiza de su pubis. Sobre el jergón, Agustín estrenó sin apuros su feminidad adolescente, mientras llenaba sus oídos de frases tiernas y su cuerpo virginal de besos prolongados. Leonor se dejó transportar hasta compartir con él una incontenible explosión de gozo desconocido. Quedaron luego en silencio y entrelazados por caricias mutuas. Cuando manos y lengua le invitaron a renovar el placer, aceptó de inmediato ofreciendo su vientre palpi- tante y sus pechos juveniles y enhiestos. No supo cuanto tiempo había transcurrido. Descendió de la nube en la que se ha- llaba y comenzó a vestirse con un apuro que intentaba ser pudoroso. Agustín recostado, prolongó su placer mirándole cubrirse. Sin ocultar su propia desnudez, se paró y la besó largo y profundo. Le susurró le prometiera regresar lo antes posible. A Leonor no le costó hacerlo, pues sabía le pertenecía desde el instante en que le había visto. Dejó le abotonara la espalda de la camisa. Cuando quiso ayudarle con el prendedor de plata de su cintura, Leonor lo detuvo. Apartó un instante de duda y se lo entregó ro- gándole lo conservara. Apretó su boca dolorida de besos sobre la de su amante y regresó presurosa a la casa. Por fortuna, llegó con tiempo suficiente para lavarse y acicalarse. Escudriñó con el espejo en la mano posibles huellas que delataran su secreto y agregó un delantal a su atuendo para disimular la falta del prendedor. Ya vería luego el momento de mentir su extravío. La llegada de las féminas le encontró bordando un mantel, manualidad colectiva en la que se turnaban las cuatro mujeres y deseaban concluir antes de la Navidad. Con fingido aplomo y sin levantar la cabeza de su labor, preguntó por las novedades de los sembradíos y recibió a cambio inesperadas noticias sobre su padre.