Así como en otoño secas hojas
van cayendo en jardines y aceras,
se nos caen continuas primaveras
en un vaivén de luz y de congojas.
Para que en la negrura de tu cielo
puedas a veces ver alguna estrella
en esas noches de nostalgia y pena.
Recuerda hoy, al cabo de los años,
cuando el alma aún sueña
con aquellos dulces episodios,
cómo fue la vida.
Recuerda cómo los campos de trigo
eran mecidos por el viento,
y a ti te parecían sinuosas olas de color verde
entre las que cantaban las sirenas.
Recuerda, pues aún encuentras placer
en retornar a aquellas tardes
cuando los péndulos de los relojes
estaban paralíticos,
y todo tenía tantos colores
que el corazón se aceleraba de alegría.
Tuyo era entonces el infinito,
y todo el orbe formaba parte de tus juegos,
eras el brujo de una tribu misteriosa,
el capitán de un navío que surcaba los mares.
¡Aquel tiempo cuajado de estrellas
y aquellas tardes
en las que todo sucedió sin premura!
Para dar algo de calor a tu hielo,
para distinguir tal vez alguna huella,
mientras le quede a tu reloj arena.
An
Tantos recuerdos que a un montón arrojas,
y se consumen en vivas hogueras,
en las que algún rescoldo tenue esperas
no carbonicen esas llamas rojas.