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de Alfanhuí (1951) de Sánchez Ferlosio 10 , y el escueto estilo sintáctico remite a los mo- delos prosísticos azorinianos que todavía lucraban de prestigio entre escritores de me- diados de la pasada centuria. Esta sencillez en la prosa coincide, además, con el rápido trazado de los dibujos que acompañan al texto, varios grabados firmados por «Rodríguez Santerbás», los apellidos del escritor que serán metamorfoseados posteriormente en otros impresos por la firma «J. Isaac», nombre propio que forma parte también de la onomástica del autor. Las ilustraciones que llevan este segundo nombre las encontramos en libros que, como Tres pastiches victorianos y La vuelta al mundo en ochenta mundos, revisten mayor elaboración estilística y una complejidad narrativa que se hace patente en el diseño edi- torial de ambas obras, un aspecto en el que siempre se ha esmerado nuestro autor y al que, no sé si desde presupuestos semióticos o desde simples imperativos de buen gusto, ha prestado singular cuidado en lo relativo a los materiales paratextuales de sus relatos. Desde luego, en el diseño gráfico de la cubierta que, firmada por él o por otros dibujan- tes, sitúa al lector ante el artefacto literario con el que se va a encontrar. Y, en grado eminente, en las numerosas apostillas explicativas o exegéticas que acompañan a las narraciones. En Tres pastiches victorianos Rodríguez Santerbás incluye una «nota preliminar» antes de cada novelita para afirmar la autenticidad de la autoría del texto que la sigue y del que él mismo sólo se responsabiliza en su condición de traductor. Las abundantes notas a pie de página abundan en tal planteamiento aunque una breve «Exculpación» añadida en la segunda tirada del libro sirve para que el autor hispano reconozca haber reelaborado sus ficciones a partir de los personajes inventados por tres autores ingleses ―Charles Dickens, Lewis Carroll y Arthur Conan Doyle― y excuse tanto la falsificación de tres dibujos de ilustradores ingleses ―«Phiz», Tenniel y Paget― que él mismo había ejecutado para la primera edición de Tres pastiches victorianos como los juicios eruditos que atribuye a un conjunto de críticos anglófonos expertos en los tres escritores imita- dos 11 . El material paratextual de La vuelta al mundo en ochenta mundos ofrece todavía mayor complejidad. La dedicatoria a su madrina ―«enferma imaginaria que viajaba sin moverse de su butaca»― explicaría, además de algunos reflejos autobiográficos que so- brenadan en la novela La inmortalidad del cangrejo, el despliegue de testimonios sobre la autenticidad del viaje relatado en este libro, testimonios que se exponen prolijamente en el «Prólogo», «Apéndice» e «Índices» y que, como señala el autor, «para garantizar la veracidad de este relato, debería bastar la palabra de honor de un caballero. No obs- tante, ya que ciertos sujetos se empeñan en privar de validez a mi testimonio personal, me permitiría aconsejarles que examinaran minuciosamente los diversos objetos, docu- mentos y utensilios que fui recogiendo a lo largo de mi periplo». Al final, cuatro pági- nas no numeradas para que el lector escriba «Notas de lectura» siguen a un «Colofón» repleto de detalles. Una «Relación pormenorizada de los objetos y documentos reunidos a lo largo de la circunnavegación del yate mirto» y el dibujo de dos mapas que reflejan el recorrido de la embarcación son los testimonios de veracidad aducidos por el autor 12 . Algunos dibujos de 10 . Singularmente el procedimiento de humanización de los animales que recorre el texto, tal como se puede advertir en este apunte de la suerte final del toreo desde la perspectiva del protagonista: «Vio moverse el trapo. Atacó. Al principio, no sintió nada. Como si hubiera chocado con una mariposa. Luego, notó que algo caliente le quemaba la joroba. Los cisnes tienen alas –pensó–. Quizás me están saliendo» (Jorobita, p. 75). 11 . Los expertos dickensianos Edgard Jonson y Martín Gardner, los conocedores de la obra de Lewis Carroll, Anne Clark y Helmut Gernsheim, y las reconocidas autoridades en Conan Doyle y su detective, Michael y Mollie Hardwick. La «Exculpación» aparece en la segunda edición de la obra, en la que se cambia el título por el de Pickwick, Alicia y Holmes al otro lado del espejo y se añaden los comentarios biográficos y críticos de Juan Tébar y Eduardo Torres-Dulce a los que antes he hecho mención. 12 . Creo que, en un arranque de máxima simulación de la debatida veracidad del viaje, el escritor dibujante podía haber reproducido las figuras de los objetos a los que alude del mismo modo que un viajero de la Ilustración, Leandro Fernández de