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como Manuel Derqui (Meterra fue edición póstuma de 1975), Ángel Vázquez, autor entre otras novelas, de La vida perra de Juanita Narboni, aparecida en 1976 o, más cercano al momento actual, de Luciano G. Egido (El cuarzo rojo de Salamanca es de 1993). He citado estos tres casos a título de ejemplo abreviado y para repetir el modelo de las «tendencias narrativas» que representan estas novelas, del relato expresionista la primera, del monó- logo interior la segunda y de la novela histórica la última. Otra perspectiva ofrecen rescates como el descubrimiento póstumo, en circuitos minoritarios, de narradores como Miguel Es- pinosa (nacido en 1926), afortunadamente incluido al fin en el «canon» gracias a la atención crítica que le han prestado exigentes lectores vinculados al escenario geográfico en el que se movió el escritor murciano. Diversas circunstancias del mercado y la difusión de los libros explicarían los «descubrimientos» recientes de novelistas que llevaban tiempo publicando (José Esteban, Carlos Pujol, Javier Tomeo...). Para Santiago Rodríguez Santerbás ni siquiera los centones bio-bibliográficos de carácter local o autonómico le han dedicado un mínimo espacio 1 , siendo autor de una pieza teatral, cuadernos gastronómicos, varias novelas cortas, tres relatos extensos y una docena de muy cuidadas traducciones de textos ensayísticos y narrativos ingleses y franceses 2 . Sólo en algunas páginas redactadas por amigos con los que Rodríguez Santerbás ha compartido complicidades artísticas podemos leer estimaciones sobre las características y significación de su obra literaria 3 , y todo ello contra el pronóstico que sentaba en 1960 Miguel Delibes en el prólogo que escribió para Jorobita, la primera narración editada de nuestro autor: «Tengo la impresión de que Santiago Rodríguez Santerbás va a dar que hablar en el campo literario nacional» 4 . Por aquellas fechas el escritor burgalés escribía en periódicos castellanos ―El Norte de Castilla y Diario de Burgos―, de los que pasó a ser colaborador habi- tual; en la revista Triunfo, donde firmaba trabajos de crítica artística, musical y literaria y en los que mostró poseer un conocimiento y competencia crítica inusitados en la época 5 . Las notas in- formativas que acompañan a las primeras publicaciones de nuestro autor se refieren a novelas cortas suyas que habían quedado bien clasificadas en concursos literarios; yo no he conseguido leer las aludidas en esas notas ―Los perros muertos y El camino de las sirenas― ni la colección de relatos breves La muerte bien temperada, a que se refiere Torres Dulce como libro inédito en 1996. Y de muy difícil localización es la corta tirada de cien ejemplares que tuvo Valdediós (1987), una miscelánea de géneros bellamente editada por la gijonesa galería de Arte Cornión, y que obtuvo el Premio Nacional de Edición de aquel año. La voluntad de belleza en la presentación editorial de sus publicaciones y la plétora de sa- beres culturales de muy diversa naturaleza caracterizan, en una primera aproximación, la obra literaria de Rodríguez Santerbás. Su idea del libro bello como un arte total se aprecia, por ejem- plo, en la única pieza escénica que le conozco, La doncella y el unicornio (1989), estampa de teatro poético en la que el texto va acompañado de ilustraciones gráficas firmadas por Sara R. Chamón y de ilustraciones musicales de Elena R. Chamón, hijas ambas del escritor y cuya «R» de la firma «se trata de un family affair, una conspiración familiar de indudable buen resultado» 6 . En esta pieza, publicada en la colección de literatura juvenil de una conocida editorial es- pecializada en libros escolares 7 , un preámbulo en verso que canta el Trovador a telón corrido, 1 . Es un nombre más que se cita en el volumen Literatura actual en Castilla y León (José María Balcells coordinador, Valladolid, Ámbito Ediciones, 2005, p. 663) y una breve ficha en el Diccionario de la cultura en Burgos. Siglo XX de Fernando Ortega Barriuso (Burgos, Dossoles, 2001, p. 575). 2 . Rodríguez Santerbás ha traducido Frashwater (1980) de Virginia Woolf, La casa ideal y otros textos (19080) de Robert Louis Stevenson, Una disertación sobre el cochinillo asado (1982) de Charles Lamb, Una excursión fotográfica (1983) de Lewis Caroll, Canción de Navidad (1986) de Dickens, La muerta enamorada (1986) de Théophile Gautier, Oraciones de Vailima y Sermón de Navidad (1986) de Robert Louis Stevenson, Silvia y Bruno (1989) de Lewis Carroll, El sabueso de los Baskerville (1989) de Arthur Conan Doyle, Fabuleario (1993) de Edward Lear. 3 . Véanse el «Prólogo» de Miguel Delibes a Jorobita (1960) y la «Introducción» y el «Apéndice» que acompañan a la segunda edición de Tres pastiches victorianos (1996) firmados respectivamente por los conocidos críticos cinematográficos Juan Tébar y Eduardo Torres-Dulce. 4 . Miguel Delibes, en Jorobita, p. 10. 5 . En la digitalización de la revista Triunfo se recogen artículos de nuestro autor. 6 . E. Torres-Dulce, op. cit., p. 192. 7 . El propio escritor era miembro de una familia titular de otra firma editorial muy acreditada también en la producción de