Culdbura 12 Culdbura 12 | Page 29

El sapo: ―Si me besas me convierto en príncipe. La princesa: ―Si te beso me con- vierto en rana. Ella: ―Enrique, en mi lista de amantes estás el octavo. Él: ―Cállate, Ana Boluda. Pigmeo: ―Tengo sueños de grandeza. Watusi: ―Y yo complejo de inferioridad. “Después del silencio de Dios, lo más angustioso de este mundo es el silencio admi- nistrativo”, se dijo Josef K. Ella: ―No te convengo, soy la princesa guisante. Él: ―No te preocupes, nos enten- deremos bien porque yo soy el príncipe tonto del haba. Ella estaba pasada de rosca, a él le faltaba un tornillo. Se casaron y fueron muy fe- lices. En esta vida, el fin de muchos es no tener principios. Eva: ―Desde que nos expulsaron del Edén me han salido canas y se me ha arrugado la piel: Adán: ―Eso se llama obsolescencia programada. ―¿Te has dado cuenta de que hay un montón de escobas en el despacho de McCarthy? ―Sí, es que se dedica a la caza de brujas. Todo misántropo que se precie debe empezar odiándose a sí mismo. Empujó a las vías a su marido cuando llegaba el tren la mujer que era partidaria del divorcio exprés. Le riñeron por comer palomitas en el cine. “Pero si muchos lo hacen”, dijo. “Sí, pero nadie deja el suelo lleno de plumas”, le respondieron Roma, siglo I. ―¿Qué ha opinado el senador Incitatus sobre la subida de impuestos? ―Ha relinchado un par de veces. Los cortesanos se reían a mandíbula batiente cada vez que contaba un chiste Su Gra- ciosa Majestad. Al individuo que se estaba ahogando en vez de un flotador le tiraron un libro de au- toayuda. Enrique Moya Angulo Niño: ―¿Me lees algo antes de dormir? Madre: ―¿Qué prefieres un haiku o Guerra y paz?