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La falsa experiencia de una juventud prestada que domina a la familia Hontanar es rechazada por su más joven descendiente que, ante el estímulo de los jóvenes de verdad que son sus anodinos estudiantes, proclama: No quiero ser eternamente joven. Si pronuncié esas palabras, esa súplica negativa a nadie dirigida, fue porque, desde hacía años, sabía que no era lo mismo ser joven que poseer una juventud efectiva, pero artificial. Ser joven era gozar de la inexperiencia y sufrir por ella, descubrir día a día las turbadoras primicias el bien y del mal, presentir que todo lo que sucediera, habría de ser absolutamente nuevo y que, una vez acaecido, no volvería jamás a repetirse, porque la repetición equivalía a la madurez, a la experiencia, al desencanto y a la muerte 22 . OBRAS PUBLICADAS DE SANTIAGO RODRÍGUEZ SANTERBÁS El venerable mito de Fausto viene en ayuda de esta vivencia profunda de la imposibi- lidad de la juventud ilimitada, pero no se trata del mito reelaborado por Goethe sino, en un quiebro de sutileza literaria, del Doctor Faustus, de Marlowe, sobre el que uno de los Hon- tanar ha pergeñado una ópera zurcida con piezas musicales de muy distintos compositores. La promiscuidad musical de esta ópera corre en paralelo con la impresionante acumulación de citas textuales en varias lenguas, de alusiones a libros y autores de la Literatura Universal y de primorosos usos sociales de exquisitez cosmopolita escasamente practicados en la vieja ciudad que sirve de marco inmediato a la historia familiar y, en último término, al tiempo histórico español sobre el que se proyecta esta fábula sobre el tiempo y el espacio. El culturalismo que se hacía notar en otros textos de Rodríguez Santerbás alcanza en esta novela su punto culminante del mismo modo que la intención irónica surge agazapada en casi todas sus páginas. Repárese en que el mismo título de la novela, al par que repite una frase hecha de la lengua conversacional señala al motivo heráldico de la singular y es- perpéntica familia que la protagoniza. Culturalismo, ironización, sentimiento desazonado ante el correr del tiempo son algunos de los relieves más acusados de esta narración que no resultan, por otra parte, muy alejados de las emociones con que impregnaban su escritura narrativa los autores de la generación de nuestro novelista. Jorobita, prólogo de Miguel Delibes, Valladolid, Gerper, 1960, 76 pp. Opúsculo de amenas y sustanciosas reflexiones sobre el arte de bien manducar, Bur- gos, Hijos de Santiago Rodríguez, 1967, 20 pp. Tres pastiches victorianos; Madrid, Hiperión, 1981, 195 pp. Reimpresión con añadidos en: Pickwick, Alicia y Holmes al otro lado del espejo /Tres pastiches victorianos, introduc- ción de Juan Tébar, apéndice de Eduardo Torres-Dulce Lifante, ilustraciones de José María Ponce y J. Isaac, Madrid, Anaya, 1996, 207 pp. La vuelta al mundo en ochenta mundos. Edición profusamente ilustrada, diseño gráfico J. Isaac y Equipo 109, Madrid, Hiperión, 1982, 263 pp. + 6 pp. sin numerar. La inmortalidad del cangrejo, Madrid, Hiperión, 1985, 202 pp. Román y yo, ilustraciones de José Pérez Montero, Madrid, Anaya, 1987, 111 pp. Valdediós, (Gijón), 1987. La doncella y el unicornio, ilustración de Sara y Elena R. Chamón, Madrid, Anaya, 1989, 44 pp. Leonardo Romero Tobar 22 . La inmortalidad del cangrejo, pp. 161-162.