Indio para dibujar y pintar,
también para escribir, con la libertad
más absoluta y esencialmente; indio
con la sabiduría del que ya ha reali-
zado el único viaje de ida y vuelta
posible (aprendizaje y paulatino ol-
vido) con aplicación y detenimiento;
indio para utilizar los diferentes pig-
mentos, siempre planos, como pin-
turas de guerra. El negro, en trazo
sinuoso y múltiple, para sus arque-
tipos, en los que, a diferencia de lo
que ocurre con el retrato, espejo del
individuo, puede reconocerse la hu-
manidad; el verde oscuro, tal vez su
preferido, para enmarcar cualquier
escena y para negar a los agoreros,
que lo tildan como el color que re-
presenta el principio de la muerte,
cercenador de la vida y la alegría; el
rojo, el azul, el violeta, el amarillo…
–El mostazamarilloamarillo-
mostaza.
Incidiendo sobre el particular,
emplea el color al modo de los im-
púberes, tan intencionada como ca-
prichosamente; en todo caso,
huyendo de la mimetización con los
modelos naturales. Deforma la reali-
dad, para entenderla, para hacerla
comprensible y patentizar senti-
mientos y emociones, hasta situarse
en ocasiones a pique del sarcasmo y la caricatura. Más
despiadado
que piadoso,
más ácido que
amable, más
salvaje que ci-
vilizado,
sin
apenas conce-
siones al gusto
de las amas de
casa y los fun-
cionarios muni-
c i p a l e s ,
entrañable
a
pesar de todo
(de ello dan fe
algunos de sus
temas: el circo,
el paisaje y el
mar de su in-
fancia, sus mu-