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Algunas notas sobre el artista A Juan Mons no le importaría ser pintor por la gracia de Dios (implicaría que la gracia y Dios existen, que a lo mejor sí), pero él, sin negar que Dios pueda tener algo que ver con su proceso creativo, aduce que pinta todos los días. Y que todos los días (salvo los festivos y excepciones, se entiende; incluido algún festivo excepcionalmente) pasa con- sulta. “Expuse por primera vez en Salamanca en 1970, mientras cursaba la carrera, y desde entonces siempre he sido leal al trabajo de médico y al de pintor”, ha declarado a la prensa en alguna ocasión. Para obrar el milagro, se levanta a las seis de la mañana, in- cluso antes. “A Dios rogando y con el mazo dando”, reza el refrán. Lorca, al dicterio perio- dístico de que era poeta por la gracia de Dios, respondió que también por la del Diablo. Y Picasso, tan ateote él, creía en algo tan divino como es la inspiración, aunque, matizaba, debía encontrarlo a uno trabajando, o cuando menos ―añadimos por nuestra cuenta― en disposición de trabajar. Así como el médico Juan Mons, situado ante el espejo y ante sus semejantes, no ve sino enfermos (no podía ser de otra manera, dadas las circunstancias de nuestro tiempo), el pintor Juan Mons, que mira con los ojos del médico, se apiada de sí mismo y de sus se- mejantes y devuelve a todos la salud, bien es verdad que exteriormente damnificados con el estigma de sus miserias. Expresionista convencido, exagera, pinta al bies, deforma, carga las tintas sobre de- terminados aspectos y utiliza el color psicológica y libremente. Por qué va a dar el coñazo al público con una sardina en todo su esplendor, pone por ejemplo, si este ya se sabe de memoria y paladar ese pescado. La pinta a medias y que la complete el que sienta tal ne- cesidad. Examinada atentamente su obra y extraída la información pertinente de los chats mantenidos con él, así como de la memoria de actividades por él elaborada (a base de anotaciones propias y reseñas ajenas; sabrosa y llena de conciencia y conocimiento, que reproducimos a trozos en estas mismas páginas), podemos concluir que, en su ya larga trayectoria artística aparecen claramente diferenciadas al menos cinco etapas. Las anali- zaremos a continuación, siquiera de modo esquemático: Primera. Etapa expresionista, cuyo inicio hay que fechar en 1970, coincidiendo con su primera exposición, a la edad de 23 años (pintaba desde los ocho), que tiene lugar en Salamanca, su residencia ocasional, y que abarcaría hasta el año 1984. Durante estos años pinta marineros, pescadores, gente de la calle, paisanos con boina, borrachos y barcos, fundamentalmente. Segunda. Situada entre 1984 y 1994, en la que abandona el expresionismo para abrazar la abstracción lírica, o expresión de la emoción pictórica del artista. Tercera. De 1995 a 2001, viene marcada por el regreso a la figuración expresionista y de trazo fuerte, en series como la tauromaquia y el mus, realizada aquella con “mimo y