Y desde aquí parte hacia la gran pregunta. ¿Cómo nos ubicamos ante la autoridad de la
religión? ¿Qué tipo de salto damos juntas? La religión proclama el bien pero ¿Qué es el bien
para las mujeres?
Cuestiones de gran calado sobre las que avanzar para poder establecer una voz propia
sin crear una esquizofrenia entre lo cultural aprendido y la relectura del mundo a la que se
aspira.
Ivone nos recuerda lo fundamental. Hemos de reflexionar y señalar de forma precisa lo
que queremos ¿Cómo releemos el mundo? ¿Cómo nos abrimos a una respiración común más
saludable? ¿Cómo dejar oír nuestras voces? ¿Cómo pensar y sentir el mundo de manera
diferente?
En el camino hacia la libertad y la justicia es necesario percibir la complejidad y la
interdependencia de nuestros papeles sociales en este proceso histórico sin fin.
Partimos de un cristianismo de matriz interpretativa patriarcal. Donde todo se manifiesta
con una voz masculina, Dios es igual a poder masculino. Este es el orden establecido mediante
su configuración simbólica idolátrica y la misma inspiración pasa al poder político actual:
poder masculino patriarcal. Hay clase, dominación y exclusión en este modelo.
Por eso el feminismo es considerado subversivo frente al orden social bueno
naturalizado. El mal comenzó cuando Eva desobedeció el orden. Y todo ello sigue muy
presente en el inconsciente colectivo cristiano.
Si Dios es masculino, el hombre es Dios. Y quien lo institucionaliza principalmente es la
mujer, mayoritaria dentro de la iglesia. Por ello la teología feminista que reflexiona sobre este
tipo de poder no es aceptada, crea disturbios. Hay un rechazo del feminismo teórico y práctico
dentro de las iglesias. Las mujeres, y no solo las mujeres, quieren crear lugares alternativos.
En lo que es un proceso muy lento porque la generalidad sigue buscando los lugares oficiales.
Se atribuye al feminismo ser la causa de estos disturbios, pero esa causalidad es
ingenua para Gebara. El feminismo es un aspecto de toda la inseguridad de nuestro mundo
lleno de gente herida en su dignidad y en sus cuerpos. Las causalidades han de ser revisadas
y hablar de interrelacionalidad. Se hace necesaria una apertura a un mayor diálogo que nos
saque de órdenes de creencias rígidos y de paso a un orden ético y de descubrimiento unos
de otros.
Este salto vital anuncia, ya desde el presente, gente que quiere vivir de otra manera.
Por lo que apela a una descolonización del pensamiento.
Como conclusión Gebara habla de la espiritualidad cristiana y ecofeminista. Algo que
tiene que ver con el soplo de vida que continuamente necesitamos respirar.
Porque, ¿quiénes somos los seres humanos afuera del complejo vital que nos sostiene?
A partir de los años 70 cuando comenzaron los desastres ecológicos empezamos a
concienciarnos de que al destruir, con la explotación de la Tierra, estamos destruyendo
nuestros cuerpos. Por ello, un proceso de transformación de la conciencia humana se hace
necesario. Esta conciencia incluye la crítica a las creencias que sostienen a las religiones, que
jerarquizan, dominan y no incluyen.
En este punto se conectarían fe y espiritualidad. La espiritualidad es la manera como yo
respiro en este mundo, es una manera crítica en relación a la soberanía de los dioses
masculinos y sus tradiciones, crítica de la imagen masculina de Dios padre y su único hijo.
Del orden masculino de las creencias que dominan. Esta espiritualidad necesita revisar la
imagen de nuestros dioses.
Hablamos más del misterio de la vida, más allá de nuestras animalidades y
humanidades. Esto nos abre a un universo humano distinto, a no identificarnos tanto en la
devoción en su iglesia, sino a una apertura. Todos estamos en este misterio mayor.
Nuestra espiritualidad se vive más desde la belleza de la precariedad y no del dominio.
Aprendiendo a amar las debilidades porque son únicas, de esta manera salimos de una espi-
ritualidad del eterno hacia una espiritualidad del provisorio. Sin negar el pasado que hemos
vivido que de alguna manera subsistirá.
En la tradición inventamos lo perfecto pero lo perfecto es irreal. Sabemos que somos