la misma. No arrancamos de espacios públicos
externos al “momento clínico”. Nos interesa le-
vantar las escenas de las micro-historias que dan
cuenta de cuánto y qué sabemos de la intimidad
de los procesos de comunicación diagnóstica y
terapéutica? Fundamentos relevantes en la cons-
titución de la relación clínica, para enfermeda-
des ( ECNT) donde la perspectiva de éxito en
su tratamiento queda cifrada en la voluntad de
nuestr@s pacientes y hasta hoy, en las tácticas de
regulación y control de sus estilos de vida
2.- En un sentido estricto no hemos partido
de las Enfermedades (Crónicas No trasmisibles,
para este caso), ni de la crisis epidemiológica ni
de las profundas transformaciones de la estruc-
tura demográfica que dinamizan negativamente
el cuadro sanitario nacional y mundial. No des-
conocemos su importancia, sólo que no creemos
que su transformación ataña centralmente a un
sector que no es “responsable” sino del 15% de
las componentes del estado de Salud 3 .
3.-Fundamos nuestra tentativa etno-médica en
el contexto de dilemas que interrogan las relacio-
nes de poder en el conjunto de la sociedad - no
constreñida a una discusión en los lindes del sis-
tema sanitario- y que constituyen centralmente
una discusión política sobre la residencia de la
soberanía de los cuerpos (y su administración) y
de la salud comunitaria: la oposición de pacien-
tes y algún sector de profesionales a la violen-
cia obstétrica, la defensoría por organizaciones
gays y transgénero del derecho de las personas
a decidir sobre su cuerpo y a una atención sa-
nitaria no sexista, la lucha por co-gestión sani-
taria etno-cultural en salud, la discusión sobre
eutanasia, la creciente problematización de la
medicalización y los intereses corporativos que
la promueven, la lucha activa de mujeres contra
feminicidios, la misoginia, la objetivación sexual 4
y dominación patriarcal de sus cuerpos, artes,
oficios, estudios, trabajos, de sus libertades…, la
demanda creciente por una educación no sexis-
ta -entre otros- son hitos que hacen a una otra
concepción de seres humanos y relaciones so-
ciales 5 y estructurales, al tiempo que revelan la
pugna por una resolución basada en enfoques
de derechos de personas, géneros, comunidades,
culturas y sub-culturas y que también busca inci-
dir al interior del espacio público de la Relación
Terapéutica - caracterizada por su asimetría de
poder-, antes de que procesos devaluativos cie-
rren su posibilidad (v.gr desde una punta del es-
pectro, los casos de notoriedad pública de agre-
siones y violencias contra agentes sanitarios y,
desde la otra punta, regresiones de derechos vin-
culadas a decisiones políticas basada en funda-
mentalismos valórico-religiosos, como es el caso
del fallido protocolo de objeción de conciencia a
la Ley de Aborto en tres causales).
4.- El “aire clínico” en la RT está racionado
toda vez que no se cuestiona el impacto que tie-
ne la posición “olvidada del Otr@” en el diseño
y praxis modelísticas de los servicios sanitarios.
La “ceguera del verticalismo” constriñe sus dise-
ños al paradigma biomédico y es notoria la ansie-
dad anti-crisis tras los resultados de eficacia que
no revierten los “números”. Las pretensiones de
los discursos sanitarios acerca de la “adherencia
terapéutica solo conducen a lógicas de disciplina-
miento que asfixian la RT. Las tácticas de “nego-
ciación con los pacientes” lo son sobre las condi-
ciones en que se aceptarán los criterios de eficacia
y posponen indefinidamente el diálogo sobre las
condiciones mismas del tratamiento (5).
3 “Un mensaje importante es que las inversiones en los sistemas de protección social son tan importantes, si no más, para la
salud de nuestra nación como el gasto en salud. La buena salud tiende a comenzar en nuestras comunidades, no en las oficinas de
nuestro doctor. Nuestras mejores estimaciones de la Organización Mundial de la Salud es que sólo el 15 por ciento de lo que nos
mantiene sanos tiene que ver con la asistencia sanitaria, el resto tiene que ver con nuestro entorno social y económico… estrategias
de inversión inteligentes en torno a la vivienda, los empleos y los alimentos, no sólo pueden ofrecer un retorno de la inversión, sino
que aportan sustanciales beneficios de salud…”(2).
4 La objetivación sexual se caracteriza por la definición de una persona por sus partes o funciones sexuales, al separarlas del
resto de su personalidad. De esta forma, se las aísla del todo y se las reduce a instrumentos que logran representar al sujeto
dominado. (3).
5 La aportación específica de la antropología médica y el feminismo ha sido mostrar las ventajas de tener en cuenta la diversidad
cultural y los riesgos de hacer uniforme y universal la realidad de las mujeres; peligros en los que caen fácilmente algunos discursos
con una clara hegemonía dentro de la salud, como los que provienen del campo de la medicina y la psicología. Will Courtenay argu-
menta que la salud de los hombres está también de alguna manera naturalizada e invisibilizada, ya que sus especificidades no están
suficientemente estudiadas ni explicadas y se toman como naturales e inevitables. Este autor defiende que sólo una perspectiva
constructivista, relacional y feminista de la salud nos permitirá entender que la mayor mortalidad o siniestralidad de los hombres,
o el que éstos acudan menos a centros de atención primaria, por citar algunos ejemplos, tienen que ver con unas concepciones y
comportamientos concretos respecto a la salud, asociados a la forma en que los hombres se construyen como tales y se presentan
socialmente como dominantes. (4).
Ahumada N., et al.
96