Cuadernos Médicos Sociales 2018; Vol 58 N°3 | Page 94

miembros del consejo como una debilidad, y tal vez influyó en que algunas personas se alejaran. Sin embargo, creemos que los resultados indican que no estábamos equivocados. En este sentido, hay que ser justos en reconocer que tuvimos la suerte de contar con un director de servicio como Yuri Carvajal Bañados, profesional de mentalidad amplia, y sin miedo a la participación de la comu- nidad; muy por el contrario, siempre nos instó a ocupar esos espacios. Es así, como poco a poco, comenzamos a reu- nirnos con funcionarios de las distintas áreas es- tratégicas, buscando soluciones a problemas con- cretos, y a participar en las reuniones del Equipo Directivo del Hospital de Puerto Montt, el que se reunía una vez a la semana. Éste sin duda fue un hito importante: el mirar- nos cara a cara, ir derribando lentamente miedos y temores, creando confianzas para construir en conjunto un hospital más humano y eficiente. “Cuando somos capaces de trascender nuestros propios egos, nos situamos en un lu- gar desde donde podemos mirar al otro como un ser humano igual a mí, sin defensas ni pre- juicios que obstaculicen la relación”. No podemos obviar el hecho, que llegamos a participar en una organización de gran tamaño, donde coexisten diferentes estamentos, cada uno con sus propias características, intereses y proble- máticas. Muchas veces nos preguntamos ¿hasta dónde involucrarnos en ciertos temas?, y la res- puesta siempre fue “si afecta a nuestros usuarios, tenemos que hacerlo”. Esta realidad se complejiza porque vivimos en una cultura que sobrevalora el conocimiento por sobre otros aspectos del desa- rrollo humano, atribuyendo un valor especial a ciertas profesiones, y por razones obvias, las del área de la salud están dentro de este grupo. Si a esto le sumamos el hecho que nuestros usuarios son mayoritariamente personas sencillas de zonas urbanas, rurales y de la Isla de Chiloé; en ocasio- nes se dan situaciones de trato, que pudieran ser catalogadas de “abuso de poder” y que constitu- yen eventos no sólo reprochables sino difíciles de abordar y confrontar. Es en este contexto que tu- vimos que aprender a movernos, a ganar espacios, con la asertividad suficiente para resaltar nuestras visiones y puntos de vista, sin que el otro se sintie- ra amenazado como persona, colocando el énfasis en la función a mejorar. Por otro lado, realizar un trabajo cohesionado al interior del consejo tampoco era una tarea fácil; se requieren competencias y habilidades blandas para manejar las diferencias propias que se dan Consejo Cunsultivo HPM. en cualquier grupo humano. En este aspecto, nos parece oportuno reconocer el valioso rol que jugó el voluntariado del Hospital de Puerto Montt, compuesto por personas que desinteresadamente trabajan día a día por el bienestar de los pacientes, y que han formado parte de los consejos desde el principio de éstos. Es así, como logramos involucrarnos en áreas claves como Urgencia, Farmacia, Centro de aten- ción especializada (CAE), Infraestructura, y en todas ellas encontramos un interlocutor atento y respetuoso. Generamos debate interno y plantea- mos ideas y propuestas; algunas fueron considera- das, otras no. Ayudamos a fortalecer la atención a usuarios en Urgencia, y coordinamos actividades en terreno para acercar el hospital a la comuni- dad. Otro hecho muy importante fue concretar la participación de un miembro del consejo en el Comité de Ética Asistencial, lo que conside- ramos un tremendo aporte. Otras áreas como Comunicaciones y OIRS (oficina de información, reclamos y sugerencias) quedaron pendientes, y muchas otras ideas y sueños no fueron posibles de concretar; se requerían más tiempo y más per- sonas trabajando en ello. “Los cambios significativos en este tipo de organizaciones nunca son rápidos” No obstante, nos quedamos con la satisfacción de haber fortalecido los canales de comunicación hospital – ciudadanía, en un clima de confianza y respeto, que consideramos fundamental y necesa- rio de mantener en el futuro. A partir de esta valiosa experiencia surgen a lo menos dos reflexiones en relación al estado actual de la participación ciudadana en nuestro país: 1. La participación ciudadana aún está en paña- les, es como un niño que está aprendiendo a cami- nar, dando pasitos a veces con mucha seguridad, y en otras con mucho temor. Esto sin duda, se debe en parte a características de nuestra idiosincrasia; pero otras tienen relación con la ambigüedad de la Ley 20.500(1) que regula la participación ciuda- dana en la gestión del ámbito público. La ley 20.500 requiere de urgentes reformas que fortalezcan la participación ciudadana. Debe ser mucha más clara y explícita en relación a la Autonomía de los Consejos, de tal manera que no quede al criterio de los directivos de turno, ni de interpretaciones varias. En este sentido, concordamos con el diagnóstico realizado por el Consejo Nacional de Participación Ciudadana (CNPC)(2), creado el 14 de enero del 2016 por la ex Presidenta Bachelet, quien en Informe final so- bre el estado de la aplicación de esta ley en Chile 92