lo hacen a título personal o de algún colectivo
u organización en particular, más que constituir
un medio para que determinados sujetos sociales
puedan ejercer control sobre decisiones en ámbi-
tos de la sociedad que les atañen directamente, o
ejercer el derecho a la incidencia en estos ámbitos.
Aun cuando existe una percepción de que la gente
está cada vez más exigiendo sus derechos y recla-
mando espacios de incidencia, esto parece ser más
la expresión de un tipo de relación entre consumi-
dores o clientes individuales frente a empresas de
servicios, que entre ciudadanos y sujetos sociales
frente a un estado social de derechos.
La participación ‘simbólica’, informativa y a lo
mucho consultiva, no es patrimonio del sector
salud en Chile. En otros ámbitos de la política y
de las políticas públicas se observa un panorama
similar, lo que refuerza el argumento de que se
trata de una forma transversal de relación entre el
estado y la ciudadanía.
Aun cuando se puedan observar avances en
oportunidades de participación, en el sentido de
la existencia de mecanismos para recoger opinio-
nes individuales sobre los servicios, o la definición
de espacios colectivos para debatir sobre mejoras
a estos servicios; y aunque también se implemen-
ten instrumentos para el ejercicio de la autonomía
personal, como consentimientos informados o
notificaciones de condiciones sujetas a garantías
de oportunidad, la intensidad de la participación
(7) está distante de establecer relaciones y decisio-
nes vinculantes definidas a través de mecanismos
colectivos.
En particular en el caso de la participación en
salud en territorios indígenas, la complejidad se
incrementa en un escenario de conflicto en que
incluso se niega la misma existencia del pueblo
mapuche como un sujeto como tal, y se hace ma-
nifiesta la violencia simbólica y física en el con-
texto regional. Más allá del avance en términos de
reconocimiento de saberes, prácticas y agentes de
salud, incluso más allá de la disposición del estado
de entregar recursos para una administración tu-
telada de servicios de salud occidental, y algunos
casos de acciones de fortalecimiento de la medi-
cina mapuche, la capacidad y oportunidades de
establecer procesos colectivos de incidencia en el
sistema de salud son mínimas.
En concreto, situaciones en las que determi-
nadas organizaciones comunitarias en territorios
específicos logran acceder al control de recursos
en salud, como resultado de procesos y contextos
históricos específicos, tanto desde las organiza-
ciones como de las instituciones del estado, estos
Neira J.
procesos no se traducen lineal o directamente en
ganancias en términos de gobernanza del siste-
ma de salud, disminución de la fragmentación, o
avances en las reivindicaciones mayores del pue-
blo mapuche. Incluso autores plantean que se tra-
ta más bien de retrocesos en los procesos autonó-
micos pues subyugan y “esterilizan” a los agentes,
prácticas y saberes ancestrales a la lógica sanitaria
del estado (8).
En consecuencia, lo que está detrás de la actual
panorámica de la participación social en salud es
una forma concreta de expresión de la distribu-
ción del poder en la sociedad, en la conformación
del estado y de la estructura y organización de las
instituciones de salud. Finalmente, la variable cla-
ve es y sigue siendo el poder (9).
Desde esta perspectiva las propuestas que con-
sideran la participación como un proceso lineal,
escalar, en el que se comienza desde una situa-
ción básica o inicial centrada en la inclusión infor-
mativa de una cierta cantidad de personas, y que
va avanzando progresivamente hasta un estadio
superior en el que la participación es sistemática
y vinculante, no debe perder de vista la configu-
ración de sujetos sociales en conflicto, lo que en
una perspectiva histórica no siempre responde a
lógicas lineales.
Como señala Carrasco, “Para que la participación se
exprese efectivamente, con autonomía y facultades reales de
incidir tiene que existir una real disposición de quienes os-
tentan poderes de decisión a compartirlos con la comunidad.
Pero esto no se produce por decreto o por ilustración, se genera
desde una confrontación de la lógica dominante con manifes-
taciones de emancipación desde los grupos sociales.” (3).
REFERENCIAS
1. Hermann MG, Van Klaveren A.
Disminución de la participación de la población
en organizaciones sociales durante los últimos tre-
ce años en Chile e implicaciones para la construc-
ción de una política de planificación urbana más
participativa. EURE, Revista Latinoamericana
de Estudios Urbano Regionales. [Internet] 2015
[Citado el 7 de mayo de 2018]: 42-15. Disponible
en: http://www.eure.cl/index.php/eure/article/
view/803/870
2.
Herrmann, G. Hacer Ciudad: Problemas
y desafíos de la participación ciudadana en la
planificación territorial de Santiago. Revista 180.
2014; 18(34), 36-41.
3. Carrasco M. Participación Social y
Reversión. Centro de Estudios Aplicados para
la Equidad en Salud. Facultad de Medicina,
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