Cuadernos Médicos Sociales 2018; Vol 58 N°3 | Page 58

lo hacen a título personal o de algún colectivo u organización en particular, más que constituir un medio para que determinados sujetos sociales puedan ejercer control sobre decisiones en ámbi- tos de la sociedad que les atañen directamente, o ejercer el derecho a la incidencia en estos ámbitos. Aun cuando existe una percepción de que la gente está cada vez más exigiendo sus derechos y recla- mando espacios de incidencia, esto parece ser más la expresión de un tipo de relación entre consumi- dores o clientes individuales frente a empresas de servicios, que entre ciudadanos y sujetos sociales frente a un estado social de derechos. La participación ‘simbólica’, informativa y a lo mucho consultiva, no es patrimonio del sector salud en Chile. En otros ámbitos de la política y de las políticas públicas se observa un panorama similar, lo que refuerza el argumento de que se trata de una forma transversal de relación entre el estado y la ciudadanía. Aun cuando se puedan observar avances en oportunidades de participación, en el sentido de la existencia de mecanismos para recoger opinio- nes individuales sobre los servicios, o la definición de espacios colectivos para debatir sobre mejoras a estos servicios; y aunque también se implemen- ten instrumentos para el ejercicio de la autonomía personal, como consentimientos informados o notificaciones de condiciones sujetas a garantías de oportunidad, la intensidad de la participación (7) está distante de establecer relaciones y decisio- nes vinculantes definidas a través de mecanismos colectivos. En particular en el caso de la participación en salud en territorios indígenas, la complejidad se incrementa en un escenario de conflicto en que incluso se niega la misma existencia del pueblo mapuche como un sujeto como tal, y se hace ma- nifiesta la violencia simbólica y física en el con- texto regional. Más allá del avance en términos de reconocimiento de saberes, prácticas y agentes de salud, incluso más allá de la disposición del estado de entregar recursos para una administración tu- telada de servicios de salud occidental, y algunos casos de acciones de fortalecimiento de la medi- cina mapuche, la capacidad y oportunidades de establecer procesos colectivos de incidencia en el sistema de salud son mínimas. En concreto, situaciones en las que determi- nadas organizaciones comunitarias en territorios específicos logran acceder al control de recursos en salud, como resultado de procesos y contextos históricos específicos, tanto desde las organiza- ciones como de las instituciones del estado, estos Neira J. procesos no se traducen lineal o directamente en ganancias en términos de gobernanza del siste- ma de salud, disminución de la fragmentación, o avances en las reivindicaciones mayores del pue- blo mapuche. Incluso autores plantean que se tra- ta más bien de retrocesos en los procesos autonó- micos pues subyugan y “esterilizan” a los agentes, prácticas y saberes ancestrales a la lógica sanitaria del estado (8). En consecuencia, lo que está detrás de la actual panorámica de la participación social en salud es una forma concreta de expresión de la distribu- ción del poder en la sociedad, en la conformación del estado y de la estructura y organización de las instituciones de salud. Finalmente, la variable cla- ve es y sigue siendo el poder (9). Desde esta perspectiva las propuestas que con- sideran la participación como un proceso lineal, escalar, en el que se comienza desde una situa- ción básica o inicial centrada en la inclusión infor- mativa de una cierta cantidad de personas, y que va avanzando progresivamente hasta un estadio superior en el que la participación es sistemática y vinculante, no debe perder de vista la configu- ración de sujetos sociales en conflicto, lo que en una perspectiva histórica no siempre responde a lógicas lineales. Como señala Carrasco, “Para que la participación se exprese efectivamente, con autonomía y facultades reales de incidir tiene que existir una real disposición de quienes os- tentan poderes de decisión a compartirlos con la comunidad. Pero esto no se produce por decreto o por ilustración, se genera desde una confrontación de la lógica dominante con manifes- taciones de emancipación desde los grupos sociales.” (3). REFERENCIAS 1. Hermann MG, Van Klaveren A. Disminución de la participación de la población en organizaciones sociales durante los últimos tre- ce años en Chile e implicaciones para la construc- ción de una política de planificación urbana más participativa. EURE, Revista Latinoamericana de Estudios Urbano Regionales. [Internet] 2015 [Citado el 7 de mayo de 2018]: 42-15. Disponible en: http://www.eure.cl/index.php/eure/article/ view/803/870 2. Herrmann, G. Hacer Ciudad: Problemas y desafíos de la participación ciudadana en la planificación territorial de Santiago. Revista 180. 2014; 18(34), 36-41. 3. Carrasco M. Participación Social y Reversión. Centro de Estudios Aplicados para la Equidad en Salud. Facultad de Medicina, 56