Sin embargo, el continuo entre la delegación, la
toma de decisiones compartidas y la autonomía
de los pacientes, está situado en espacios orga-
nizacionales que constriñen tanto a los pacien-
tes como a los profesionales en las posibilidades
que tienen de reflexionar e interpelar al otro (14).
En este punto se deja ver una capa fundamental
de tensiones en la interfaz de participación, que
devela el impacto de la relación de servicio, que
gravita entre la administración y la gestión de la
salud poblacional, en los encuentros clínicos. En
consecuencia, el modelo de relación terapéutica
no se establece únicamente desde la cualidad de la
afección del paciente sino también desde la cua-
lidad del dispositivo de salud en el que se recibe
la atención.
La relación terapéutica tensiona la interfaz hacia
nuevas preguntas que complementan la interro-
gante de Armstrong: ¿Cómo se puede promover
nuevas agencias en los actores que componen la
relación terapéutica? y ¿Cómo dicha agencia se
logra orientar hacia la co-laboración en las distin-
tas fases de los encuentros clínicos? Como señala
Kottow la laguna que separa a pacientes y médi-
cos es una laguna ética (16). Sin embargo, para
salir del embrollo se requieren espacios distintos
de encuentro que aquellos entregados por los ac-
tuales dispositivos de salud. Si los profesionales
de la salud, no sólo los médicos, han ido perdien-
do los espacios de reflexividad sobre su quehacer,
del otro lado, también es necesario cuestionarse
sobre la ética de los pacientes. La mecanización
y tecnologización del ejercicio clínico va restan-
do y caducando prácticas esenciales de escucha,
acompañamiento y atención a las particularidades
históricas, individuales y colectivas, del sufrimien-
to, el padecimiento o la enfermedad. La trans-
formación de la provisión de salud en espacios y
éticas de curación centradas en la producción de
síntomas y diagnósticos rígidos, deja fuera razo-
nes, identidades y condiciones de vida que, como
es sabido, explican de mejor forma la salud de las
personas y comunidades. Esta no es sólo una de-
terminación externa sino que responde también a
los propios actores de la relación terapéutica, que
han ido rigidizando sus expectativas y roles en el
encuentro clínico.
su totalidad, marcada por la despersonalización,
la excepción de obligaciones sociales y la emer-
gencia de expectativas generalizadas de recupera-
ción. Desde este enfoque, el Paciente constituye un
paréntesis en las funciones sociales que desempe-
ña una persona, y que la mantienen integrada al
sistema social, prevaleciendo la espera y la con-
fianza de la sociedad completa en las actuaciones
médicas y los intentos genuinos de la persona por
mejorarse. Solo así se le permite al enfermo estar
al margen de sus funciones laborales, educativas
o domésticas. La pasividad del paciente en esta
definición funcionalista de la relación terapéuti-
ca marca una asimetría de poder en el espacio de
salud, asignando a los equipos médicos todo el
conocimiento y el poder sobre las decisiones téc-
nicas que deben ser tomadas ante una situación
de enfermedad.
La pasividad del paciente en la relación terapéu-
tica se sostiene en una definición del sujeto des-
vinculado de sus redes, reproduciendo un modelo
organicista que no reconoce entidades sociales in-
termedias entre el sistema social en su totalidad y
el sujeto. Desde la perspectiva de redes inaugurada
por Georg Simmel (18), el individuo se construye
en su tránsito permanente por distintos espacios
sociales, cuyas normas, formas de control y auto-
ridad, toman al sujeto siempre de manera parcial,
en coordenadas espacio-temporales específicas.
En una sociedad compleja, este tránsito marca la
emergencia de un individuo, que, si bien experi-
menta distintos marcos normativos, nunca queda
completamente tomado por alguno de ellos, en
tanto es capaz de cambiar permanentemente sus
espacios de interacción, y triangular saberes, téc-
nicas, y la validez de una regla o norma en particu-
lar. En un estudio realizado por Rose Laub Coser
(19), en torno a la hospitalización, esta autora
señala que el proceso de alienación institucional
del sujeto en el espacio médico se produce por
una vuelta hacia el plano de las relaciones prima-
rias, en que el entorno social amplio del sujeto
se desdibuja (estado de excepción). Anulado en
sus pertenencias múltiples, el sujeto se retrotrae
a sus etapas primarias de socialización, marcadas
por una concentración radical de la autoridad y
el poder de decisión, y la mantención de una ló-
gica afectiva familiar que busca regular de alguna
forma el despliegue desmesurado de ese poder.
La participación ciudadana, bajo esta compren-
sión, demanda una consideración específica en el
campo de las relaciones terapéuticas, en tanto las
pertenencias múltiples del individuo marcan la in-
troducción de lógicas colectivas que complejizan
RELACIÓN TECNOLÓGICA
La noción de paciente es bien ilustrada en el
trabajo de Talcott Parsons sobre el Sick role (17),
cuya definición hace referencia a una relación que
establecen los Enfermos con el sistema social en
Moller S., et al.
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