Cuadernos Médicos Sociales 2018; Vol 58 N°3 | Page 42

Sin embargo, el continuo entre la delegación, la toma de decisiones compartidas y la autonomía de los pacientes, está situado en espacios orga- nizacionales que constriñen tanto a los pacien- tes como a los profesionales en las posibilidades que tienen de reflexionar e interpelar al otro (14). En este punto se deja ver una capa fundamental de tensiones en la interfaz de participación, que devela el impacto de la relación de servicio, que gravita entre la administración y la gestión de la salud poblacional, en los encuentros clínicos. En consecuencia, el modelo de relación terapéutica no se establece únicamente desde la cualidad de la afección del paciente sino también desde la cua- lidad del dispositivo de salud en el que se recibe la atención. La relación terapéutica tensiona la interfaz hacia nuevas preguntas que complementan la interro- gante de Armstrong: ¿Cómo se puede promover nuevas agencias en los actores que componen la relación terapéutica? y ¿Cómo dicha agencia se logra orientar hacia la co-laboración en las distin- tas fases de los encuentros clínicos? Como señala Kottow la laguna que separa a pacientes y médi- cos es una laguna ética (16). Sin embargo, para salir del embrollo se requieren espacios distintos de encuentro que aquellos entregados por los ac- tuales dispositivos de salud. Si los profesionales de la salud, no sólo los médicos, han ido perdien- do los espacios de reflexividad sobre su quehacer, del otro lado, también es necesario cuestionarse sobre la ética de los pacientes. La mecanización y tecnologización del ejercicio clínico va restan- do y caducando prácticas esenciales de escucha, acompañamiento y atención a las particularidades históricas, individuales y colectivas, del sufrimien- to, el padecimiento o la enfermedad. La trans- formación de la provisión de salud en espacios y éticas de curación centradas en la producción de síntomas y diagnósticos rígidos, deja fuera razo- nes, identidades y condiciones de vida que, como es sabido, explican de mejor forma la salud de las personas y comunidades. Esta no es sólo una de- terminación externa sino que responde también a los propios actores de la relación terapéutica, que han ido rigidizando sus expectativas y roles en el encuentro clínico. su totalidad, marcada por la despersonalización, la excepción de obligaciones sociales y la emer- gencia de expectativas generalizadas de recupera- ción. Desde este enfoque, el Paciente constituye un paréntesis en las funciones sociales que desempe- ña una persona, y que la mantienen integrada al sistema social, prevaleciendo la espera y la con- fianza de la sociedad completa en las actuaciones médicas y los intentos genuinos de la persona por mejorarse. Solo así se le permite al enfermo estar al margen de sus funciones laborales, educativas o domésticas. La pasividad del paciente en esta definición funcionalista de la relación terapéuti- ca marca una asimetría de poder en el espacio de salud, asignando a los equipos médicos todo el conocimiento y el poder sobre las decisiones téc- nicas que deben ser tomadas ante una situación de enfermedad. La pasividad del paciente en la relación terapéu- tica se sostiene en una definición del sujeto des- vinculado de sus redes, reproduciendo un modelo organicista que no reconoce entidades sociales in- termedias entre el sistema social en su totalidad y el sujeto. Desde la perspectiva de redes inaugurada por Georg Simmel (18), el individuo se construye en su tránsito permanente por distintos espacios sociales, cuyas normas, formas de control y auto- ridad, toman al sujeto siempre de manera parcial, en coordenadas espacio-temporales específicas. En una sociedad compleja, este tránsito marca la emergencia de un individuo, que, si bien experi- menta distintos marcos normativos, nunca queda completamente tomado por alguno de ellos, en tanto es capaz de cambiar permanentemente sus espacios de interacción, y triangular saberes, téc- nicas, y la validez de una regla o norma en particu- lar. En un estudio realizado por Rose Laub Coser (19), en torno a la hospitalización, esta autora señala que el proceso de alienación institucional del sujeto en el espacio médico se produce por una vuelta hacia el plano de las relaciones prima- rias, en que el entorno social amplio del sujeto se desdibuja (estado de excepción). Anulado en sus pertenencias múltiples, el sujeto se retrotrae a sus etapas primarias de socialización, marcadas por una concentración radical de la autoridad y el poder de decisión, y la mantención de una ló- gica afectiva familiar que busca regular de alguna forma el despliegue desmesurado de ese poder. La participación ciudadana, bajo esta compren- sión, demanda una consideración específica en el campo de las relaciones terapéuticas, en tanto las pertenencias múltiples del individuo marcan la in- troducción de lógicas colectivas que complejizan RELACIÓN TECNOLÓGICA La noción de paciente es bien ilustrada en el trabajo de Talcott Parsons sobre el Sick role (17), cuya definición hace referencia a una relación que establecen los Enfermos con el sistema social en Moller S., et al. 40