hacer capacitaciones y elaborar los contenidos de
actividades regulares y sistemáticas. La Conferencia
sobre Atención Primaria de Salud de Alma Ata de
1978 y el lema “Salud para todos el año 2000” cons-
tituían un respaldo conceptual que sumado al apoyo
del Colegio Médico daba ciertas seguridades. Todos
los Enero desde 1985 se realizaron las escuelas de
verano, a las que llegaron las principales figuras de
la salud pública chilena que gota a gota retornaban
del exilio. Se sistematizaron los trabajos presentados;
se hicieron capacitaciones y convivencias durante
el año y también análisis respecto a las consecuen-
cias del desmantelamiento del Servicio Nacional de
Salud.
Para todos quiénes participábamos en estas ac-
tividades era natural la convivencia fraterna entre
profesionales y grupos populares de salud. La carac-
terística era la horizontalidad de las relaciones y el in-
tercambio de sabidurías entre la teoría y las vivencias
(2). Había sucedido antes en Chile algo parecido?
Esa pregunta motivó que Angélica Illanes se su-
mergiera en la historia de la salud pública(3) y re-
cuperara la experiencia de las organizaciones de
Mutuales Obreras de Socorros Mutuos del siglo
XIX e inicios del siglo XX (4), en que los obreros
se preocupaban de sus condiciones de salud, con-
tratando profesionales para que los apoyaran en esa
tarea. Se logra así la máxima expresión de horizonta-
lidad entre profesionales y organizaciones populares.
estos realizaban atención de primeros auxilios.
Los grupos de salud, pasaron a integrar el tejido
social de su comunidad y fueron un actor relevan-
te en la creación de redes comunitarias de apoyo,
para mejorar las condiciones de vida, los equipos de
trabajadores de la vicaría de la solidaridad, pasamos
a formar parte de esta red de apoyo comunitario,
creando afecto, complicidad y lazos de confianza
que nos permitían compartir nuestros conocimien-
tos y la experiencia de las mujeres, madres, moni-
toras y de este modo se fue creando una práctica
nueva de trabajo en salud, dónde los roles eran de
cooperación, de intercambio de experiencia y de
respeto profundo por el conocimiento obtenido en
la práctica. El saber técnico profesional dejó de es-
tar por sobre el saber de la experiencia cotidiana de
los grupos de salud; con ambos saberes, se lograba
establecer un nuevo conocimiento, que permitía en-
frentar la realidad y realizar intervenciones en salud
apropiadas a la realidad local”.
“La experiencia en salud comunitaria demostró
que en ausencia de la institucionalidad del Estado en
salud, las organizaciones sociales y especialmente las
mujeres toman un liderazgo y que las organizaciones
desarrollan un gran potencial en el cuidado de las
personas. Se crean redes de apoyo integrales, se ven
las necesidades de agua limpia, de alimentos, de apo-
yo emocional, cuidado infantil y tratamiento de pe-
diculosis a toda la familia. También realizan acciones
de limpieza de casas, sitios eriazos y calles, para hacer
frente a situaciones ambientales y zoonosis como la
garrapata, que invadía las casas en primavera vera-
no y ponía en riesgo de contagio a guaguas y niños
pequeños”.
“Entre las necesidades más sentidas por las orga-
nizaciones sociales, especialmente por las mujeres,
figuraba el acceso a atención de salud para de niños
y ancianos para obtener cuidados sanitarios. En sa-
lud los problemas importantes eran la desnutrición,
cuadros diarreicos con deshidratación en verano y
enfermedades respiratorias en invierno, así como
enfermedades infecto- contagiosas, como la sar-
na y la pediculosis. Incluso hubo un año con brote
de sarampión, que no fue abordado desde la salud
pública”.
Es interesante que la inserción de profesionales
comprometidos junto con las organizaciones va ge-
nerando un tejido social solidario que responde “a
las necesidades apremiantes de alimentación, abri-
go, cuidados y atención de salud, trabajo y cuidado,
apoyo escolar y de recreación a niños y niñas, como
eran las ollas comunes, los talleres de mujeres, y algu-
nos de hombres que realizan actividades para tener
ingresos, realizando arpilleras y diferentes tejidos,
LOS GRUPOS DE SALUD Y EL TRABAJO
SOLIDARIO
Como lo señala Isabel de Ferrari en una siste-
matización del trabajo en salud de la Vicaría de la
Solidaridad en la Zona Oriente de Santiago(5): “Los
grupos de salud fueron muy importantes en la vida
cotidiana de los sectores poblacionales, con ellos
desarrollamos campañas de salud, para prevenir las
diarreas de verano y para evitar la deshidratación de
los más pequeños, para evitar el contagio de sarna
y pediculosis y tratarlos, para prevenir las enferme-
dades respiratorias, etc. Se formaron monitoras de
salud en todos los barrios. Las monitoras eran en
su mayoría mujeres, altamente comprometidas con
su comunidad, conocidas por los vecinos, dispues-
tas a aportar con sus conocimientos para prevenir
enfermedades y cuidar a las personas que lo necesi-
taban. Adquieren relevancia especial, durante los 80,
organizando la atención de las personas que vivían
la represión durante las protestas contra la dictadura,
de los años 83 al 87, quienes recibían golpes, sufrían
con las bombas lacrimógenas o tenían impactos de
balines, etc. Consultaban a los grupos de salud y
Infante A., et al.
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