Ser mortal. La medicina y lo que al
final importa
Atul Gawande
Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2018.
E
n la antología de Henry Sigerist tradu-
cida por Gustavo Molina en su prisión,
al abrir el artículo Orientaciones sobre
qué leen y cómo escriben los médicos, en vez del
texto, encontramos una nota editorial excusán-
dose de su publicación porque la casa propietaria
del artículo no lo autorizó. El editor señala: “En
esencia, contiene consejos sobre la forma de es-
cribir artículos y conferencias técnicas, así como
la guía ofrecida por un sabio maestro, en el ocaso
de su vida, para seleccionar las limitadas lecturas
que pueden permitirse profesionales atareados”.
Gran parte del trabajo editorial es leer lo que es-
criben los profesionales de la salud. Gawande esta
entre los autores más citados de la actual cohorte
de médicos escritores y no había tenido la fortuna
de encontrarlo. Es una de esas lecturas que debe-
mos permitirnos por más atareados que estemos.
Primero, porque es un libro sorprendente. Leer
a un cirujano ocupado en cuidados paliativos, en
casas de residencias, en el abordaje intrahospita-
lario de las enfermedades en la vejez, ya es una
reveladora sorpresa (aunque los cirujanos nodejan
de sorprenderme: debo reconocer que las únicas
dos personas con quien he compartido libros del
filósofo Benedicto Spinoza son cirujanos, uno
neurocirujano y el otro, vascular periférico)
Es un libro de salud pública, abordando una
problema de actualidad. Una sola cifra: de nues-
tros egresos hospitalarios 2017, 1,637,150 en to-
tal, el percentil 99 de tiempos de estada se sitúa en
50. Y de esos egresos, la cuarta parte correspon-
de a personas de 70 años o más. Por supuesto, ese
grupo es mayoritario en hombres (55%) aunque
en el censo 2017 la proporción de hombres de
70 o más años es de 42%. Es decir que a partir
de los 70 años el riesgo relativo de estar hospita-
lizado más de 50 días es de 1,7 si eres hombre
Reseñas
respecto de las mujeres. Tenemos la sospecha
que una buena porción de nuestros hospitales o
quizás de nuestros servicios de medicina, actúan
como hospicios frente a la desprotección en que
situamos a la vejez.
El libro de Gawande combina historias de vida,
experiencia personal, con reportes técnicos y ex-
periencias de asilos distintos. En todos ellos, el
cirujano de Boston y profesor tanto de la Escuela
de Medicina y de la de Salud Pública de Harvard,
recorre las preguntas sobre el rol de la medicina
tecnológica, el abordaje de la mortalidad y la ética
de la vida.
Una buena parte de sus reflexiones tienen que
ver con situar al paciente en una relación ade-
cuada, no sólo en el sentido de que se haga parte
del tratamiento. Su mira es generar las condicio-
nes para un diálogo acerca de lo que importa al
paciente y qué tratamiento puede ayudar en eso
importante. Es un diálogo acerca del valor y del
sentido. Por supuesto que un tipo de diálogo que
la medicina contemporánea requiere y que tanto
hospitales como Facultades deben pensar, imple-
mentar y evaluar.
Como buen heredero de la tradición pragmatis-
ta, el libro recoge variadas experiencias que sitúan
al hospicio o residencia como un lugar propicio
para la experimentación y para poner a la ancia-
nidad en condiciones enriquecedoras. En el estilo
norteamericano se trata de soluciones basadas en
seguros, iniciativas empresariales y algo de espe-
culación inmobiliaria. Pese a eso, el mensaje de
Gawande cuestiona la libertad del individuo inde-
pendiente. Propone una salida que es como un se-
cond best: la capacidad de conducir nuestra vida
en medio de restricciones:
“No pretendo ni mucho menos sugerir la idea
de que es posible controlar el final. En realidad
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