Cuadernos Médicos Sociales 2018; Vol 58 N°3 | Page 176

legítimo querer saber si estamos en lo cierto o no. Un estudiante necesita ensayar modelos explicati- vos y en algunos casos acertar o equivocarse, pero para ello es necesario saber cómo verificar si sus hipótesis son ciertas o falsas. Por otra parte, si queremos incluir los aspectos psicológicos de las personas, y hacer esta tarea con rigor, es necesario incluir aquellas teorías psicológicas que sean ade- cuadas a un marco epistemológico en particular. Si sometemos a un estudiante a un ciclo de do- cencia con tres clínicos que dicen practicar el mo- delo BPS, perfectamente bien el primero puede suscribir al psicoanálisis, el segundo a las teorías psicológicas del humanismo, y el tercero al con- ductismo. En el modelo BPS pueden subsistir perfectamente bien la tres, porque no impone restricciones a las explicaciones sistémicas que se originan al incluir los elementos intangibles. Un primer tutor podrá decir que el sufrimiento psi- cológico es reflejo de acciones inconscientes por parte de Mr. Glover, el segundo dirá que hay que fortalecer la relación con él para favorecer su au- to-dirección, y el tercero propondrá ensayar ejer- cicios de fusión y defusión cognitiva. Someter a los estudiantes a este escenario, sin una reflexión adecuada, equivale a darles a entender que hacer estas distinciones no es relevante. Esto los puede llevar a pensar que los intangibles de la medicina se diluyen frente a sus ojos. El inclusionismo desmesurado va línea con la crítica anterior, y hace referencia a lo excesi- vamente abarcador del modelo. Basta recurrir nuevamente al ejemplo de Mr Glover (4), en él se sistematizan las consecuencias de un infarto agudo al miocardio, desde el nivel molecular hasta la perspectiva comunitaria. Esta aplicación, cier- tamente, parece infructuosa e irracional de apli- car en la práctica clínica cotidiana, y refleja nue- vamente un vacío inherente en la aplicación del modelo. Aún disponiendo de los medios necesarios de tiempo y espacio, es infructuoso realizar una prác- tica de este nivel con cada caso en particular. En algunas situaciones parece importante incluir la perspectiva comunitaria y en otras no. Más niveles no siempre es mejor, pero esta es una afirmación que Engel deja fuera de sus afirmaciones. …la idea básica es que “más es mejor”: la verdad se logra sumando más y más perspectivas, acercándose más y más a una realidad altamente compleja. Esto es sentido común, quizás, pero no tiene sentido científico… (5). Nuevamente, el mapa no puede ser igual al territorio, en cuyo caso desecharemos al pri- mero y nos quedaremos con el segundo. Si lo Becerra C. anterior ocurre, nuestra práctica se vuelve impo- sible de sistematizar. Si no podemos sistematizar nuestro quehacer, será imposible enseñarlo a los otros. ¿Por qué repensar nuestra forma de practicar la Medicina? El administrativo SOME del futuro y el epidemiólogo del futuro. Si a la ciencia de los tangibles le ha ido tan bien… ¿Por qué abandonarla? La inclusión de los elementos intangibles, como la conducta huma- na y la cultura, es considerado la mayor parte del tiempo como una quehacer político o filosófico, más que cómo una práctica clínica definida. Podemos decir que la inclusión de temas como la conducta, la cultura y la consciencia ha sido mi- noritaria en el pensamiento científico de la medi- cina occidental actual. Pero descartarlos solo por no haber sido incluidos históricamente no parece ser una explicación suficiente. Es más, están apa- reciendo como temáticas cada vez más necesa- rias y relevantes dentro del pensamiento médico contemporáneo. A continuación indagaremos un poco en el por qué. Supongamos un médico o médica de atención primaria de la década del 60 en una localidad chi- lena, cualquiera sea. Prácticamente toda su agenda y sus preocupaciones se daban en el espacio de las enfermedades infecto-contagiosas. Su preocupa- ción era que niños pequeños y adultos mayores no murieran de diarrea, neumonía o desnutrición. Con un claro y exitoso correlato en el reduccio- nismo biomédico, la labor de estos médicos en la segunda mitad del siglo XX fue fantástica: la mortalidad infantil disminuyó con fuerza y se implementaron servicios efectivos para estos problemas. Supongamos que a este médico o médica de los años 60 se le traslada, por medio de un vórtex inter-temporal, a su mismo box de atención, pero del año 2018. Luego del estupor inicial generado por el viaje en el tiempo, diría: “La medicina debe haber avanzado tanto en estos 50 años, que las en- fermedades infectocontagiosas deben estar con- troladas. La sala de espera debiese estar vacía… al fin podré descansar”. Tocan la puerta, y entra un administrativo SOME del futuro, con la hoja de estadísticas del día, y le dice: “Felicidades. El reduccionismo biomédico ha hecho que las enfer- medades infecto-contagiosas hayan sido controla- das en gran medida. Los niños y adultos mueren cada vez menos de enfermedades infecciosas, la desnutrición prácticamente ha desaparecido de nuestras consultas. Pero, Doctor, la sala de espera del 2018 sigue llena”. 174