legítimo querer saber si estamos en lo cierto o no.
Un estudiante necesita ensayar modelos explicati-
vos y en algunos casos acertar o equivocarse, pero
para ello es necesario saber cómo verificar si sus
hipótesis son ciertas o falsas. Por otra parte, si
queremos incluir los aspectos psicológicos de las
personas, y hacer esta tarea con rigor, es necesario
incluir aquellas teorías psicológicas que sean ade-
cuadas a un marco epistemológico en particular.
Si sometemos a un estudiante a un ciclo de do-
cencia con tres clínicos que dicen practicar el mo-
delo BPS, perfectamente bien el primero puede
suscribir al psicoanálisis, el segundo a las teorías
psicológicas del humanismo, y el tercero al con-
ductismo. En el modelo BPS pueden subsistir
perfectamente bien la tres, porque no impone
restricciones a las explicaciones sistémicas que se
originan al incluir los elementos intangibles. Un
primer tutor podrá decir que el sufrimiento psi-
cológico es reflejo de acciones inconscientes por
parte de Mr. Glover, el segundo dirá que hay que
fortalecer la relación con él para favorecer su au-
to-dirección, y el tercero propondrá ensayar ejer-
cicios de fusión y defusión cognitiva. Someter a
los estudiantes a este escenario, sin una reflexión
adecuada, equivale a darles a entender que hacer
estas distinciones no es relevante. Esto los puede
llevar a pensar que los intangibles de la medicina
se diluyen frente a sus ojos.
El inclusionismo desmesurado va línea con
la crítica anterior, y hace referencia a lo excesi-
vamente abarcador del modelo. Basta recurrir
nuevamente al ejemplo de Mr Glover (4), en él
se sistematizan las consecuencias de un infarto
agudo al miocardio, desde el nivel molecular hasta
la perspectiva comunitaria. Esta aplicación, cier-
tamente, parece infructuosa e irracional de apli-
car en la práctica clínica cotidiana, y refleja nue-
vamente un vacío inherente en la aplicación del
modelo.
Aún disponiendo de los medios necesarios de
tiempo y espacio, es infructuoso realizar una prác-
tica de este nivel con cada caso en particular. En
algunas situaciones parece importante incluir la
perspectiva comunitaria y en otras no. Más niveles
no siempre es mejor, pero esta es una afirmación
que Engel deja fuera de sus afirmaciones.
…la idea básica es que “más es mejor”: la verdad se
logra sumando más y más perspectivas, acercándose más
y más a una realidad altamente compleja. Esto es sentido
común, quizás, pero no tiene sentido científico… (5).
Nuevamente, el mapa no puede ser igual al
territorio, en cuyo caso desecharemos al pri-
mero y nos quedaremos con el segundo. Si lo
Becerra C.
anterior ocurre, nuestra práctica se vuelve impo-
sible de sistematizar. Si no podemos sistematizar
nuestro quehacer, será imposible enseñarlo a los
otros.
¿Por qué repensar nuestra forma de practicar la
Medicina? El administrativo SOME del futuro y
el epidemiólogo del futuro.
Si a la ciencia de los tangibles le ha ido tan
bien… ¿Por qué abandonarla? La inclusión de los
elementos intangibles, como la conducta huma-
na y la cultura, es considerado la mayor parte del
tiempo como una quehacer político o filosófico,
más que cómo una práctica clínica definida.
Podemos decir que la inclusión de temas como
la conducta, la cultura y la consciencia ha sido mi-
noritaria en el pensamiento científico de la medi-
cina occidental actual. Pero descartarlos solo por
no haber sido incluidos históricamente no parece
ser una explicación suficiente. Es más, están apa-
reciendo como temáticas cada vez más necesa-
rias y relevantes dentro del pensamiento médico
contemporáneo. A continuación indagaremos un
poco en el por qué.
Supongamos un médico o médica de atención
primaria de la década del 60 en una localidad chi-
lena, cualquiera sea. Prácticamente toda su agenda
y sus preocupaciones se daban en el espacio de las
enfermedades infecto-contagiosas. Su preocupa-
ción era que niños pequeños y adultos mayores
no murieran de diarrea, neumonía o desnutrición.
Con un claro y exitoso correlato en el reduccio-
nismo biomédico, la labor de estos médicos en
la segunda mitad del siglo XX fue fantástica: la
mortalidad infantil disminuyó con fuerza y se
implementaron servicios efectivos para estos
problemas.
Supongamos que a este médico o médica de los
años 60 se le traslada, por medio de un vórtex
inter-temporal, a su mismo box de atención, pero
del año 2018. Luego del estupor inicial generado
por el viaje en el tiempo, diría: “La medicina debe
haber avanzado tanto en estos 50 años, que las en-
fermedades infectocontagiosas deben estar con-
troladas. La sala de espera debiese estar vacía…
al fin podré descansar”. Tocan la puerta, y entra
un administrativo SOME del futuro, con la hoja
de estadísticas del día, y le dice: “Felicidades. El
reduccionismo biomédico ha hecho que las enfer-
medades infecto-contagiosas hayan sido controla-
das en gran medida. Los niños y adultos mueren
cada vez menos de enfermedades infecciosas, la
desnutrición prácticamente ha desaparecido de
nuestras consultas. Pero, Doctor, la sala de espera
del 2018 sigue llena”.
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