el desarrollo, en dialogo comunitario.
Una tercera teoría de la participación la formula
Paulo Freire, en sus textos “La educación como
practica de la libertad” (1967) y “La pedagogía del
oprimido” (1970), donde va a sentar las bases de
una teoría social participativa activa, como funda-
mento del concepto de integración. Freire es he-
geliano, dialéctico, por lo que en vez de visualizar
una simple dicotomía “integración versus margi-
nalidad”, él va a considerar el proceso de integra-
ción como un momento de la conciencia y de la
historia, el momento en que el sujeto oprimido va
tomando conciencia de su ser y su existencia en el
tiempo, en la historia y lo hace recogiendo lo que
hereda, lo que incorpora y modifica; su condición
histórica y su despertar de conciencia le hace par-
ticipar de una cadena creadora de su mundo.
Freire distingue dos sociedades: la “sociedad
cerrada” y la “sociedad abierta”. La “sociedad ce-
rrada” equivale a lo que Mattelart identifica como
una sociedad pasiva, una sociedad que recibe pa-
sivamente lo que le dan, lo se le ofrece, que no
genera cambios, sino que está siempre buscando
el beneficio de sí misma; es una sociedad silencia-
da, la historia pasa fuera de ella. Por el contrario,
el concepto de “sociedad abierta” se asocia con
la democracia, con la critica, con el dialogo, con
la creación, es el sujeto histórico que emerge de
su inmersión acrítica anterior y donde el cambio
es conducido por el dialogo social, empapado de
utopía. Se trata de un optimismo crítico, en el sen-
tido de un estar conciente de poder crear nuestra socie-
dad, lo que efectivamente hacemos. En Freire esta
emergencia activa supone y exige la participación
o la presencia activa del pueblo en su proceso.
Freire critica la política que establece una re-
lación pasiva con el pueblo, considerado como
objeto, sustrayéndolo de su participación respon-
sable como condición existencial de su ser; se re-
quieren, dice, soluciones con el pueblo y nunca
simplemente para el pueblo.
Una participación responsable supone la inser-
ción critica del sujeto en el proceso histórico a tra-
vés de la educación liberadora. Freire da mucha im-
portancia a la pedagogía, a la educación. Plantea
que el pueblo no va a participar espontáneamen-
te, sino que tiene que ser educado a través de lo
que identifica como “pedagogía liberadora”, una
pedagogía que llama a los educandos a descubrir
sus capacidades, a despertar su conciencia crítica,
creadora, realizando una reflexión sobre sí mismo
y sobre su tiempo, sobre sus responsabilidades,
sobre su papel en la nueva cultura de la época;
una educación que despierte la conciencia sobre
Illanes M.
su propio poder. Es este dialogo del hombre so-
bre su mundo, sobre sus desafíos, sobre su pro-
blemas, lo que lo hace histórico, participativo y
constructor de la “verdadera democracia”. Es un
momento en el desarrollo de la conciencia que se
corresponde con la verdadera matriz de la demo-
cracia, concebida en Freire no sólo como un régi-
men político, sino como una forma de vida.
Es decir, en Freire el concepto de integración
opera en este sentido: como una participación en
la transformación del mundo, para lo cual el suje-
to primero tiene que saber cuál es su rol, saber en
qué mundo habitamos a través del acto de recu-
perar las conversaciones acerca de lo que estamos
viviendo. La integración, diría Freire, es necesa-
riamente activa y participativa y la relaciona con
una democracia que se construye desde su funda-
mento social.
Así, esta pedagogía liberadora va a levantar otro
concepto fundamental en Freire: el concepto de
concienciación que es fruto de ese despertar, de esa
pregunta sobre cuál es nuestra realidad, acerca de
cual es nuestro mundo, acerca de qué es lo que
queremos cambiar, cómo lo podemos cambiar y
cómo podemos iniciar las conversaciones en pos
de ese cambio. Eso es “concienciación”.
La “Pedagogía del oprimido” se aplicó, como
sabemos, en los años 60 y pp en los 70 en toda
SudAmérica. En Chile, muchos jóvenes partici-
pamos como monitores. Tuvimos la experiencia
de trabajar con una pedagogía popular que fun-
damentalmente nos ayudaba a mirarnos a noso-
tros mismos y enseñaba a leer y escribir al pueblo,
como una alfabetización que se aprende desde su
propia experiencia de vida.
Con estas formulaciones disponibles acerca de
la participación y la democracia social, la Unidad
Popular hizo suyo el concepto de “poder popu-
lar” en los años 70, buscando potenciar la partici-
pación desde la base del pueblo. Era el momento
propicio para que también los servicios de salud
generaran una política social participativa, buscan-
do relacionarse directamente con el pueblo y sus
necesidades. La salud pública, antes como ahora,
estaba colapsada… entonces surgió la necesidad
de convocar a la comunidad a participar en los
trabajos de salud poblacional. Primero se incor-
poró a la juventud universitaria a actuar en política
sanitaria de emergencia; los estudiantes tuvimos
una capacitación en la Escuela de Medicina de la
Universidad de Chile y salimos a diagnosticar, a
hospitalizar de urgencia a los niños desnutridos de
las poblaciones. De esta iniciativa de participación
en emergencia de salud, surgieron en la Unidad
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