ORIGINALES:
Historia de la Participación Social en Salud
conocemos como ideología participativa de visión
cristiana, planteando que no había posibilidad de
desarrollo humano de la persona si no estaba en
dialogo con otra, y que este dialogo iba generan-
do una integración horizontal de uno con el otro.
Este diálogo que se daba a nivel personal, también
se podría dar a nivel social, a partir del principio
y la práctica de la solidaridad, llamada a construir
una nueva sociedad, una “nueva democracia”,
concebida como dialogo en participación social
y definida como la construcción consciente y or-
ganizada del pueblo en los planes y proyectos de
desarrollo nacional y local. Así, la nueva democra-
cia se concibe como participación en la toma de
decisiones de planes y proyectos.
¿Cuál era el rol que le cabía al Estado en esta
ideología participativa cristiana? Al Estado le ca-
bía el rol de subsidiaridad, pero se trataba de una
“subsidiaridad política”: el Estado se debía preo-
cupar de la unificación de la sociedad, de generar
una sociedad integrada con vista a un fin común.
Se planteaba que, debido a la imperfección huma-
na, la unidad no se realizaba espontáneamente; ese
era el rol del Estado, de subsidio para estimular a
las bases para que tomasen responsabilidades por
sí mismas. Las funciones del Estado consistían en
la coordinación, la orientación, la organización y
la integración, para lo cual el Estado debía poner
a disposición de la base todos los recursos posi-
bles para estimular su acción y su organización.
Como vemos, no hay aquí un subsidio económico
propiamente tal, sino una subsidiaridad política
en vista de la construcción de un cuerpo orgánico
y bien estructurado, llamado a trabajar por el bien
común.
Armand Mattelart, un joven sociólogo de 28
años, profesor de la Escuela de Sociología de la
PUC, el año 1965 publica un texto que se titu-
la “Integración nacional y marginalidad”, donde
ofrece los resultados de su investigación y re-
flexión en torno a la relación entre integración y
participación, desde una opción SudAmericana.
El autor define el concepto de integración como
participación, distinguiendo dos aspectos de la
participación: a) la participación pasiva y b) la parti-
cipación activa. Define la participación pasiva como la
participación en el goce y el aprovechamiento de
todos bienes materiales e individuales, mientras la
participación activa la concibe como la participación
en el proceso de decisiones que afecta la vida de
un país. Esta distinción va ser muy fructífera a
fines de los años 60 y en los 70. (Creo que hoy
en día experimentamos un proceso de participa-
ción o incorporación pasiva). Ambos aspectos de
la participación, dice Mattelart, convergen en la
participación en el poder (concepto que después
va tomar la Unidad Popular), en tanto capacidad
de influir activamente en el funcionamiento de la
vida en sociedad.
Se plantea, en suma, que la participación va a
significar ejercicio de poder: esta idea de la partici-
pación como poder social va a tener gran importancia
en los planes de “promoción popular” (DC) y en
los discursos y prácticas sobre “poder popular”
(UP). Mattelart planteaba que las sociedades la-
tinoamericanas en ese momento -a diferencia de
hoy día, al menos en Chile- estaban viviendo un
proceso de creciente integración y de demanda de
participación. En ese momento de los años 60 y
70, ese era el camino que se planteaba para poder
llegar a la “democracia verdadera”: fundada sobre
un sentido de responsabilidad y participación co-
lectiva, generadora de pertenencia e integración.
Otro concepto muy importante en ese momen-
to, vinculado a los anteriores, fue el concepto de
desarrollo, entendido no sólo en términos econó-
micos, sino principalmente como “desarrollo so-
cial”: como capacidad de las sociedades de generar
sujetos activos en términos de participación; so-
ciedades generadoras de iniciativas de desarrollo
desde la base social: sólo esto nos iba a permitir
llegar a ser sociedades desarrolladas. Se plantea,
así, un cuestionamiento a la visión “cepaliana” del
concepto desarrollo, concebido en términos pu-
ramente económicos.
La participación activa, dice Mattelart, despierta
al individuo, a la conciencia de su ser y su capaci-
dad de dirigir y cambiar la historia; ocurre, dice, un
fenómeno de identificación con el grupo y la co-
munidad. Como resultado, una mayor integración
se expresa en un ejercicio de poder que abarca
todas las esferas de las actividades del individuo,
desde el trabajo hasta la la política. La participa-
ción en salud, entonces, fue un campo importante
en este sentido de empoderamiento social.
Es este modo de vida democrática participativo
la que daría contenido real a la democracia y en
esto consistió la política popular de los años 60
y 70: se generó una significativa cantidad de or-
ganizaciones, centros culturales, asociaciones de
padres, centro de madres, juntas de vecinos, sindi-
catos; toda la sociedad estaba, de alguna manera,
organizándose en microcuerpos sociales, cuerpos
intermedios -como se les denominó- y el punto
final de esa participación en el modelo de promo-
ción popular era la mesa de dialogo que se tenía
que producir entre estas organizaciones y los téc-
nicos, los profesionales, para poder generar juntos
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Cuad Méd Soc (Chile) 2018, 58 (3): 7-13