Cuadernos Médicos Sociales 2018; Vol 58 N°3 | Page 13

ORIGINALES: Historia de la Participación Social en Salud conocemos como ideología participativa de visión cristiana, planteando que no había posibilidad de desarrollo humano de la persona si no estaba en dialogo con otra, y que este dialogo iba generan- do una integración horizontal de uno con el otro. Este diálogo que se daba a nivel personal, también se podría dar a nivel social, a partir del principio y la práctica de la solidaridad, llamada a construir una nueva sociedad, una “nueva democracia”, concebida como dialogo en participación social y definida como la construcción consciente y or- ganizada del pueblo en los planes y proyectos de desarrollo nacional y local. Así, la nueva democra- cia se concibe como participación en la toma de decisiones de planes y proyectos. ¿Cuál era el rol que le cabía al Estado en esta ideología participativa cristiana? Al Estado le ca- bía el rol de subsidiaridad, pero se trataba de una “subsidiaridad política”: el Estado se debía preo- cupar de la unificación de la sociedad, de generar una sociedad integrada con vista a un fin común. Se planteaba que, debido a la imperfección huma- na, la unidad no se realizaba espontáneamente; ese era el rol del Estado, de subsidio para estimular a las bases para que tomasen responsabilidades por sí mismas. Las funciones del Estado consistían en la coordinación, la orientación, la organización y la integración, para lo cual el Estado debía poner a disposición de la base todos los recursos posi- bles para estimular su acción y su organización. Como vemos, no hay aquí un subsidio económico propiamente tal, sino una subsidiaridad política en vista de la construcción de un cuerpo orgánico y bien estructurado, llamado a trabajar por el bien común. Armand Mattelart, un joven sociólogo de 28 años, profesor de la Escuela de Sociología de la PUC, el año 1965 publica un texto que se titu- la “Integración nacional y marginalidad”, donde ofrece los resultados de su investigación y re- flexión en torno a la relación entre integración y participación, desde una opción SudAmericana. El autor define el concepto de integración como participación, distinguiendo dos aspectos de la participación: a) la participación pasiva y b) la parti- cipación activa. Define la participación pasiva como la participación en el goce y el aprovechamiento de todos bienes materiales e individuales, mientras la participación activa la concibe como la participación en el proceso de decisiones que afecta la vida de un país. Esta distinción va ser muy fructífera a fines de los años 60 y en los 70. (Creo que hoy en día experimentamos un proceso de participa- ción o incorporación pasiva). Ambos aspectos de la participación, dice Mattelart, convergen en la participación en el poder (concepto que después va tomar la Unidad Popular), en tanto capacidad de influir activamente en el funcionamiento de la vida en sociedad. Se plantea, en suma, que la participación va a significar ejercicio de poder: esta idea de la partici- pación como poder social va a tener gran importancia en los planes de “promoción popular” (DC) y en los discursos y prácticas sobre “poder popular” (UP). Mattelart planteaba que las sociedades la- tinoamericanas en ese momento -a diferencia de hoy día, al menos en Chile- estaban viviendo un proceso de creciente integración y de demanda de participación. En ese momento de los años 60 y 70, ese era el camino que se planteaba para poder llegar a la “democracia verdadera”: fundada sobre un sentido de responsabilidad y participación co- lectiva, generadora de pertenencia e integración. Otro concepto muy importante en ese momen- to, vinculado a los anteriores, fue el concepto de desarrollo, entendido no sólo en términos econó- micos, sino principalmente como “desarrollo so- cial”: como capacidad de las sociedades de generar sujetos activos en términos de participación; so- ciedades generadoras de iniciativas de desarrollo desde la base social: sólo esto nos iba a permitir llegar a ser sociedades desarrolladas. Se plantea, así, un cuestionamiento a la visión “cepaliana” del concepto desarrollo, concebido en términos pu- ramente económicos. La participación activa, dice Mattelart, despierta al individuo, a la conciencia de su ser y su capaci- dad de dirigir y cambiar la historia; ocurre, dice, un fenómeno de identificación con el grupo y la co- munidad. Como resultado, una mayor integración se expresa en un ejercicio de poder que abarca todas las esferas de las actividades del individuo, desde el trabajo hasta la la política. La participa- ción en salud, entonces, fue un campo importante en este sentido de empoderamiento social. Es este modo de vida democrática participativo la que daría contenido real a la democracia y en esto consistió la política popular de los años 60 y 70: se generó una significativa cantidad de or- ganizaciones, centros culturales, asociaciones de padres, centro de madres, juntas de vecinos, sindi- catos; toda la sociedad estaba, de alguna manera, organizándose en microcuerpos sociales, cuerpos intermedios -como se les denominó- y el punto final de esa participación en el modelo de promo- ción popular era la mesa de dialogo que se tenía que producir entre estas organizaciones y los téc- nicos, los profesionales, para poder generar juntos 11 Cuad Méd Soc (Chile) 2018, 58 (3): 7-13