Cuadernos Médicos Sociales 2018; Vol 58 N°3 | Page 10

expresada en estas determinaciones de verdade- ro o falso. Nos interesa aquí recoger algunos de estos conceptos, experiencias y algunos idearios que definan lo que podría ser una “verdadera de- mocracia”. Podríamos desde ya decir al respecto que una “verdadera democracia” no dice relación con un régimen electoral, sino que dice relación con los propios contenidos de su nombre: una demo-cracia como un gobierno del pueblo o social-participativo. Esta pregunta por la “verdadera democracia” es una pregunta muy vigente en estos momen- tos, después de las campañas presidenciales que hemos vivido, presentadas como ofertones de programas “quien da más”, semejando ofertas de Ripley o Falabella; ofertones vaciados de plantea- mientos y reflexiones sobre el carácter de nuestra sociedad y sobre posibles caminos a seguir para profundizar nuestra democracia y construir una sociedad más amable, justa, igualitaria y humana. Mi hipótesis sobre este momento político-so- cial, es que somos una sociedad que está amplia y pasivamente incorporada a las instituciones (asistenciales, educacionales, de salud) como “be- neficiarios o bonificiarios”, sometidos a un alto control social vertical, pero que somos una socie- dad profundamente desintegrada, no sólo desde el punto de vista social sino, especialmente, desin- tegrada desde el punto de vista social y político: no nos encontramos con nuestro sujeto colectivo, con nuestra comunidad, hemos extraviado cual- quier sentido de pertenencia, no nos sentimos participes de nuestra historia, no sabemos cómo se construye nuestra sociedad, no sabemos que somos nosotros quienes realmente construimos la historia: vivimos inmersos en esta alienación co- lectiva que reproduce la desintegración. Cuando no sabemos que somos el pueblo o nosotros mis- mos colectivamente quien construye su historia y no participamos consciente y creativamente en ello, entonces somos presa facil para ser objetuali- zados pasivamente para fines exclusivos de orden institucional y/o electoral de cualquier signo. No existe régimen de poder que no trabaje por generar un determinado “orden de incorporación y articulacion social” que, con sus variantes, pue- de ser más/menos vertical-pasivo o democráti- co-activo. A nuestro juicio, desde la dictadura y la post-dictadura hasta ahora, los gobiernos han trabajado y han puesto todo el énfasis en generar un “orden” verticalmente proyectado, planificado y dirigido, con el fin de generar un rígido control institucional de y sobre la sociedad civil -a nom- bre de su bienestar-, evitando la participación real, Illanes M. activa, creativa de un sujeto colectivo consciente de su historia y de los desafíos de su porvenir. Al parecer, hemos sido convertidos en objeto para una incorporación pasiva a una “sociedad vertical- mente dirigida” que, de este modo, se organiza como un corporativismo institucional. A partir de esta preocupación del presente, hace algunos años quise realizar una investigación que me permitiera revisar y recuperar el pensamiento de algunos ideólogos de la participación o de la “de- mocracia verdadera” que se explayaron teórica y prácticamente en la década del sesenta en Chile y SudAmérica, cuyo pensamiento me interesa ex- poner aquí. Sin embargo, antes de ir hacia ellos, yo quisiera poner sobre la mesa esa gran experiencia históri- ca, siempre vigente, de las sociedades obreras las que, a mi juicio, son las fundadoras de la salud social familiar y comunitaria. Ellas crean su propia salud con estas variantes: social, familiar y comu- nitaria, y surgen como resistencia (es importante saber cómo surgen las cosas, para darnos cuenta cual es la energía que portan) a un orden y siste- ma de salud caritativo filantrópico que definimos como una política social que se dirigía e interve- nía los cuerpos a través de un servicio al otro en el que éste carecía de todo “derecho”. Lo que al respecto quisiéramos recoger es que la resisten- cia a la carencia de derecho origina otra salud al- ternativa que busca generar un servicio en otra dirección: comunitario, social, familiar, popular; generar un sistema de salud que no trabaje con pacientes, sino con miembros de la comunidad quie- nes están enfermos, dañados, pero que, al perte- necer a esa membresía social, adquieren plenitud de derechos. Estas son categorías fundamentales que tenemos que poner sobre la mesa al conside- rar la participación social en salud. Es decir, el sistema de salud social comunitario fami- liar es un sistema que históricamente emerge para resistir a un sistema de salud que trata a sus seres cuidados como seres inactivos, pacientes (hoy día a veces como clientes) y que necesitan volver a trabajar y estar sanos en el seno de su gente, no solo como derecho abstracto, sino que como un derecho en tanto que miembros. A menudo habla- mos de los derechos en términos puramente lega- les. En realidad, el ser miembro de una comuni- dad es lo que otorga el derecho. Así, aquel grupo de obreros y artesanos buscó trabajar para revertir la “salud sin derecho” generando en lo inmediato –pues no hubo una gran construcción teórica al respecto-, lo que podría ser un sistema de salud comunitario, generando en la práctica un nuevo 8