DISCUSIÓN
variación más significativa se registra entre 1998 y
1999 con un 40,8% de incremento: la tasa de de-
nuncias por cada 100.000 habitantes expresa una
relación más cercana con la realidad en cuanto a
la frecuencia del delito de violación, y se duplicó
a nivel nacional entre 1998 y el 2000 aumentando
de 5.4% a 10% (12).
Según los datos de los servicios de urgencias del
sistema de salud pública, entre el periodo del 2011
al 2014 existieron 2000 atenciones anuales pro-
medio por violencia sexual y en el programa salud
mental en el periodo 2011- 2013 hubo un prome-
dio de 1500 egresos por abuso sexual. Además, las
víctimas atendidas representan un 75% de niñas,
niños y adolescentes, y el 80% son víctimas de
género femenino (11). Por lo tanto, la violencia
sexual se entiende cómo uno de los peores tipos
de violencia ejercida contra la mujer.
Los datos enunciados en el apartado anterior,
develan que la violencia sexual en el territorio del
Servicio Araucanía Sur se configura como una
violencia de género, ya que el 100% de las vícti-
mas atendidas en las salas de acogida representan
al género femenino y, demás, son niñas y adoles-
centes que bordean entre los 12 y 16 años de edad.
Es necesario precisar que, pese a que las estadís-
ticas muestran un determinado número de atencio-
nes por violencia sexual, esta cifra sólo representa a
las víctimas que realizan una denuncia y/o acuden
a los hospitales para constatar lesiones, por lo que
este ensayo no registra a cabalidad el total de las
víctimas que sufren violencia sexual en el territorio.
En términos de salud sexual, la violencia sexual
es una violación a los derechos sexuales y repro-
ductivos, siendo las mujeres y niñas las principales
víctimas de múltiples discriminaciones y desigual-
dades, ya que tienen menos acceso efectivo a ser-
vicios de salud sexual y salud reproductiva (11).
Además, es una problemática social, histórica y
cultural que demuestra una de las manifestaciones
de las relaciones de poder entre hombres y mu-
jeres en los distintos planos de la vida social. El
modelo patriarcal hegemónico se ha encargado de
cosificar a la mujer, al extremo de reducirla a un
cuerpo físico, sexual y reproductivo (12).
En ese sentido, la violencia sexual ha sido invisi-
bilizada durante años por nuestra sociedad siendo
no solo un hecho aislado y privado (que ocurren
en el seno familiar), sino que un tema de preocu-
pación pública, y, por ende, un tema de Estado.
La violencia de género o violencia sexual, atenta
contra los derechos humanos e impide una vida
digna y saludable, considerándose como una bre-
cha para el desarrollo humano y social.
Alarcón C.
Como se describió en párrafos anteriores, la im-
plementación del modelo de atención a víctimas en
el plano local, se ha basado en una estrategia de
sensibilización respecto a la importancia de ejecu-
tar acciones en salud desde un enfoque de derechos
y de género como determinantes sociales de la sa-
lud. Sin embargo, el modelo presenta un desanclaje
entre lo discursivo y lo práctico, lo que ha significa-
do de-construir algunas significaciones dominan-
tes en salud, como por ejemplo que la víctima no
consulta por alguna “enfermedad física de riesgo
vital o de gravedad” (desde una mirada biomédica),
sino que por una violencia que puede configurar-
se de igual o mayor gravedad; y que necesita una
respuesta sociosanitaria integral. Además, significa
reconocer la violencia como una relación de poder
que responde a una cultura patriarcal, y además la
necesidad de visibilizarla y desnormalizarla en los
contextos cotidianos e institucionales (6).
En ese sentido, se han identificado algunas re-
sistencias de la instalación de las salas de acogida
en las unidades de emergencia hospitalaria, prin-
cipalmente desde el modelo biomédico/alopático,
siendo una estructura que se transforma en una
barrera impermeable y dominante a la hora redu-
cir las tasas de victimización secundaria. Un ejem-
plo de aquello es la categorización de los pacien-
tes y los tiempos de atención en urgencia (cultura
de urgencia), siendo muchas veces reducida a un
acto médico-administrativo, que deshumaniza el
contacto con la víctima. Además, las dinámicas
que se configuran en los modelos de atención en
salud, responden a esta lógica biomédica (del tur-
no, del box, etc.), por ende, las prácticas médicas
se autoreproducen para generar un equilibrio del
sistema médico (9). Por otra parte, a pesar de que
la norma técnica plantea un trabajo centrado en
los derechos de las personas, el cual busca reducir
las tasas de victimización secundaria a la que se
ven expuestas las víctimas, devela una resisten-
cia y una desigualdad en términos de acceso a la
atención, quedando en evidencia la descontextua-
lización de la normativa los territorios locales. Un
ejemplo es el discurso centralizado respecto a la
atención, priorizando los recursos para la ejecu-
ción de este modelo (unidades clínicas forenses)
en los hospitales regionales de alta complejidad,
los cuales generalmente se encuentran situados en
las capitales regionales. En este punto podemos
observar cómo se discrimina la dispersión geográ-
fica de la región de la Araucanía, y el alto porcen-
taje de población rural, mapuche, migratoria, etc.,
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