Cuadernos Médicos Sociales 2018; Vol 58 N°2 | Page 62

DISCUSIÓN variación más significativa se registra entre 1998 y 1999 con un 40,8% de incremento: la tasa de de- nuncias por cada 100.000 habitantes expresa una relación más cercana con la realidad en cuanto a la frecuencia del delito de violación, y se duplicó a nivel nacional entre 1998 y el 2000 aumentando de 5.4% a 10% (12). Según los datos de los servicios de urgencias del sistema de salud pública, entre el periodo del 2011 al 2014 existieron 2000 atenciones anuales pro- medio por violencia sexual y en el programa salud mental en el periodo 2011- 2013 hubo un prome- dio de 1500 egresos por abuso sexual. Además, las víctimas atendidas representan un 75% de niñas, niños y adolescentes, y el 80% son víctimas de género femenino (11). Por lo tanto, la violencia sexual se entiende cómo uno de los peores tipos de violencia ejercida contra la mujer. Los datos enunciados en el apartado anterior, develan que la violencia sexual en el territorio del Servicio Araucanía Sur se configura como una violencia de género, ya que el 100% de las vícti- mas atendidas en las salas de acogida representan al género femenino y, demás, son niñas y adoles- centes que bordean entre los 12 y 16 años de edad. Es necesario precisar que, pese a que las estadís- ticas muestran un determinado número de atencio- nes por violencia sexual, esta cifra sólo representa a las víctimas que realizan una denuncia y/o acuden a los hospitales para constatar lesiones, por lo que este ensayo no registra a cabalidad el total de las víctimas que sufren violencia sexual en el territorio. En términos de salud sexual, la violencia sexual es una violación a los derechos sexuales y repro- ductivos, siendo las mujeres y niñas las principales víctimas de múltiples discriminaciones y desigual- dades, ya que tienen menos acceso efectivo a ser- vicios de salud sexual y salud reproductiva (11). Además, es una problemática social, histórica y cultural que demuestra una de las manifestaciones de las relaciones de poder entre hombres y mu- jeres en los distintos planos de la vida social. El modelo patriarcal hegemónico se ha encargado de cosificar a la mujer, al extremo de reducirla a un cuerpo físico, sexual y reproductivo (12). En ese sentido, la violencia sexual ha sido invisi- bilizada durante años por nuestra sociedad siendo no solo un hecho aislado y privado (que ocurren en el seno familiar), sino que un tema de preocu- pación pública, y, por ende, un tema de Estado. La violencia de género o violencia sexual, atenta contra los derechos humanos e impide una vida digna y saludable, considerándose como una bre- cha para el desarrollo humano y social. Alarcón C. Como se describió en párrafos anteriores, la im- plementación del modelo de atención a víctimas en el plano local, se ha basado en una estrategia de sensibilización respecto a la importancia de ejecu- tar acciones en salud desde un enfoque de derechos y de género como determinantes sociales de la sa- lud. Sin embargo, el modelo presenta un desanclaje entre lo discursivo y lo práctico, lo que ha significa- do de-construir algunas significaciones dominan- tes en salud, como por ejemplo que la víctima no consulta por alguna “enfermedad física de riesgo vital o de gravedad” (desde una mirada biomédica), sino que por una violencia que puede configurar- se de igual o mayor gravedad; y que necesita una respuesta sociosanitaria integral. Además, significa reconocer la violencia como una relación de poder que responde a una cultura patriarcal, y además la necesidad de visibilizarla y desnormalizarla en los contextos cotidianos e institucionales (6). En ese sentido, se han identificado algunas re- sistencias de la instalación de las salas de acogida en las unidades de emergencia hospitalaria, prin- cipalmente desde el modelo biomédico/alopático, siendo una estructura que se transforma en una barrera impermeable y dominante a la hora redu- cir las tasas de victimización secundaria. Un ejem- plo de aquello es la categorización de los pacien- tes y los tiempos de atención en urgencia (cultura de urgencia), siendo muchas veces reducida a un acto médico-administrativo, que deshumaniza el contacto con la víctima. Además, las dinámicas que se configuran en los modelos de atención en salud, responden a esta lógica biomédica (del tur- no, del box, etc.), por ende, las prácticas médicas se autoreproducen para generar un equilibrio del sistema médico (9). Por otra parte, a pesar de que la norma técnica plantea un trabajo centrado en los derechos de las personas, el cual busca reducir las tasas de victimización secundaria a la que se ven expuestas las víctimas, devela una resisten- cia y una desigualdad en términos de acceso a la atención, quedando en evidencia la descontextua- lización de la normativa los territorios locales. Un ejemplo es el discurso centralizado respecto a la atención, priorizando los recursos para la ejecu- ción de este modelo (unidades clínicas forenses) en los hospitales regionales de alta complejidad, los cuales generalmente se encuentran situados en las capitales regionales. En este punto podemos observar cómo se discrimina la dispersión geográ- fica de la región de la Araucanía, y el alto porcen- taje de población rural, mapuche, migratoria, etc., 60