Cuadernos Médicos Sociales 2018; Vol 58 N°2 | Page 40

además, el cumplimiento del artículo 8 de la ley 20.584 (“De derechos y deberes del paciente”) que señala que “toda persona tiene derecho a que el prestador institucional le proporcione informa- ción suficiente, oportuna, veraz y comprensible”, acá la información no era veraz, y evidentemente pudo influir en una decisión final de la mujer y su pareja. Respecto de las intervenciones innecesarias, y en virtud de lo expuesto más arriba, se puede afirmar que la evidencia científica desaconseja el uso de muchos de los procedimientos e intervenciones que en Chile se practican de forma rutinaria (34). Todo esto, a pesar de que la propia Guía Perinatal 2015 publicada por el Ministerio de Salud plantea que “se recomienda intervenir el curso espontá- neo del parto, sólo si se diagnostica una progre- sión inadecuada del descenso y/o la dilatación o si existe una sospecha de compromiso de la unidad feto-placentaria” (35). La alteración del proceso natural del parto de bajo riesgo, es considerada una forma de Violencia Obstétrica por la legislación venezolana vigente desde 2007, también por los dos proyectos de ley que hoy descansan en nuestro parlamento. Por otro lado, el decálogo de instituciones amigos de la madre y el recién nacido publicado en 2015 por la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia (FIGO), la Organización Mundial de la Salud (OMS), International Confederation of Midwifes (ICM) y la International Pediatric Association (IPA), establece como uno de los cri- terios para que las instituciones acrediten el hecho de que no realicen intervenciones de rutina (36). Mientras tanto, y a nivel nacional, esta situación se choca de frente con lo que gremialmente es- tablece el Código de Ética del Colegio Médico de Chile (A.G.) que en su titulo III, relativo a las relaciones de médico con sus pacientes, estable- ce en el articulo 22 que: “… actúa con impru- dencia aquel médico que poseyendo los recursos y preparación necesarios para la atención de un paciente, los aplicare inoportuna o desproporcio- nadamente, como también si, careciendo de los recursos o preparación adecuados, efectuare una atención sometiendo al paciente a un riesgo in- necesario”. Considerando además que las inter- venciones médicas tales como la episiotomía, la cesárea y la monitorización continua se asocian a menor satisfacción materna (37), cabe pregun- tarse la forma como actualmente los equipos que abusan de las intervenciones médicas informan y obtienen el consentimiento para poder ejecutar dichas acciones. Sobre esto último el articulo 24 Leiva G. del código de ética antes mencionado, plantea que “El médico tratante deberá informar a su paciente de manera veraz y en lenguaje comprensible acer- ca de: su identidad del área de competencia pro- fesional y sus límites, y el diagnóstico, alternativas de tratamiento, sus riesgos y beneficios…” (9). ¿Efectivamente se informan los riesgos y bene- ficios asociados a cada procedimiento antes des- crito cada vez que se ejecuta?, ¿O aún se ve a la mujer en trabajo de parto como un sujeto pasivo sobre el cuál simplemente se desarrolla un medi- cina paternalista?. Las brechas para fortalecer la presencia del pa- dre, y el acompañamiento efectivo de la mujer durante la gestación, trabajo de parto y parto, re- quiere la voluntad del equipo de salud. Además, requiere que los profesionales comprendamos que la paternidad activa comienza a promover- se con el feto in útero y somos los profesionales de la salud quienes podemos impactar positiva o negativamente en el involucramiento del padre, instándolo a participar, entregando información y herramientas que le permitan un involucramiento real en este proceso. Urge pasar del papel a la implementación real del modelo de parto personalizado, y esto implica necesariamente mejorar infraestructuras, aumen- tar el número de matronas en las salas de preparto de las maternidades del país, y capacitar a todo el equipo de salud que acompaña a las mujeres en trabajo de parto. Sobre el recurso humano dispo- nible para el acompañamiento de estas mujeres, podemos señalar que, en la actualidad, existen más de diez mil matronas y matrones en el país, y se concentran a una razón de 52,9 por cada 100.000 mujeres, debajo del promedio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos