Cuadernos Médicos Sociales 2018; Vol 58 N°2 | Page 14

Incorporar la perspectiva de género en el cu- rrículo de la formación de profesionales de la salud es una tarea en construcción, si bien, esta temática ha sido incluida en los contenidos cu- rriculares, son menos las Universidades que han incorporado una asignatura de género en su malla curricular. Además, es importante analizar la for- ma de inclusión del género, ¿una herramienta de análisis?, ¿un indicador? o ¿cómo un constructo teórico que permite visibilizar las relaciones de poder vinculadas al sistema sexo-género? En ge- neral más allá de las profesiones de salud, la incor- poración del género en las universidades chilenas es incipiente (1). Esta transformación inscrita en la lógica de la mejora continua debe ser gradual y recurrente, por ser un desafío complejo por los obstáculos de la tradición académica que se deben superar. No obstante, esta tarea de largo aliento reportará buenos frutos para la sociedad y las per- sonas en general, porque favorece la igualdad y equidad en el conjunto de la sociedad, al tener un efecto fractal, este es uno de los motivos por los cuales las orientaciones internacionales del año 1995 en la Plataforma para la Acción de la Cuarta Conferencia Mundial sobre Mujeres de Naciones Unidas que se celebró en Pekín (2) sigue vigen- te 23 años después instalándose como un tema transversal para las políticas públicas (3). Abordar el tema de género es controversial, por implicar un análisis de la sociedad que devela las desigualdades e inequidades estructurales asocia- das al valor del sexo y su significación cultural. Tensiona la reproducción hegemónica de las so- ciedades al reivindicar los derechos humanos para las mujeres y minorías sexuales y de género invisi- bilizadas. De modo que, abre nuevas propuestas de construcción social de los sexos y de su co- rrelato cultural sustentadas en el eje de la igual- dad-equidad. Esta es una propuesta de cultura alternativa que remece al sistema sexo-género y al orden establecido, siendo un revulsivo para los grupos de interés. El género es precursor de la desigualdad estructural de las sociedades (4), por ser la primera desigualdad humana que significa a las personas antes de su nacimiento, construye un orden diferenciado entre hombres y mujeres, a pesar de corresponder cada segmento a la mitad de la población y que en conjunto constituyen los dos sexos legales reconocidos en nuestro país. El género favorece la visibilidad de las personas que no adscriben a la heterosexualidad ni heteronormatividad y que constituyen grupos históricamente vulnerados y ocultados. Pavez A. La teoría de género define este constructo como la relación de poder entre hombres y muje- res establecida culturalmente (5). Las sociedades humanas contemporáneas tienen en común la asi- metría de poder, donde la feminidad y las mujeres son subordinadas a la masculinidad y por tanto a los varones. Es la cosmovisión androcéntrica que sostiene y posibilita el orden social, con la pree- minencia del linaje paterno y la figura del padre como sujeto que detenta el poder y origina el mar- co de significados que organizan la vida social en una cosmogonía representada en el patriarcado. Desde este prisma androcéntrico y patriarcal se ordenan los cuerpos sexuados, significados culturalmente, en un orden asimétrico y vertical marcado por la diferencia de valor-poder entre los dos sexos: hombres subordinan a las mujeres, acuñando la desigualdad entre los sexos. Por otra parte, la subordinación o no poder de los hom- bres está situada al interior de la masculinidad. Es decir, masculinidad hegemónica respecto a otras masculinidades, especialmente aquellas con orientación sexual hacia el mismo sexo y con ma- nifestación de género femenina. En el caso de las mujeres, el androcentrismo y el orden patriarcal las marca en la feminidad como el espacio de las idénticas (6), en una ciudadanía pasiva con dere- chos implícitamente limitados, de forma que la sanción y marginación cultural está dada también por la masculinidad hegemónica, que sanciona la subversión de género cuando la homosexualidad femenina atenta al orden social preestablecido. Es necesario precisar que, siendo hombres, mu- jeres y comunidad LGTBQ+ partes constitutivas de la humanidad, socializadas en el mismo univer- so simbólico occidental participan de la cultura de la cosmovisión y cosmogonía androcéntrica-pa- triarcal, estos significados compartidos naturali- zados y normalizados se diseminan en diferentes espacios y niveles del entramado sociocultural, contribuyendo a la reproducción de la misma cul- tura que subordina. Remover y deconstruir estos significados, es clave para la transformación cultural de las des- igualdades de género en la vida social. La asimi- lación del orden social hegemónico obstaculiza la transformación hacia la igualdad, dado que el sentido común asimila valores y legitima pautas culturales de comportamiento que son apropia- dos y cuyos significados son internalizados por las personas en sus identidades sexuales y genéricas. La construcción de la identidad tiene un compo- nente central de negociación sociocultural y trans- formación que están situadas en la historicidad de 12