CRÍMENES POLACOS CONTRA ALEMANES ÉTNICOS EN POLONIA-EDICIÓN MEJORADA CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS-2020 | Page 96
dándonos el consejo de huir. Me entendía con otros alemanes, pero no estábamos
dispuestos a abandonar nuestras propiedades, ni sabíamos dónde encontraríamos
refugio. En el momento, juntamos lo necesario para el caso, lo llevamos en carrozas y
nos ponemos en camino hacia Stanimin, ya encontramos la infantería polaca que nos
recibió. Nos mandaron bajar de los carros y nos pusimos al lado. Nos mandaron
presentar nuestros documentos y nos sacaron todos los objetos de valor que
llevábamos. Tuvimos que formar en fila y levantar los brazos. Aquellos que ya no
pudieron mantener los brazos en esa posición, fueron maltratados con puntapiés y
baionetadas. Pasamos así media hora. A continuación, nos obligaron a ponernos
junto a la pared de un restaurante, mirando a la pared y teniendo los brazos
levantados, recostados a ésta. Nos quedamos, por lo tanto, alrededor de un cuarto
de hora. Tuvimos entonces que fueron en columna de filas de cuatro, sien do
conducidos a Dabrowa-Biskupia, donde llegamos a la puesta del sol. Enfilar, de
nuevo, de brazos erguidos, nos hicieron parar, al borde del camino, otro cuarto de
hora, y bajo los mismos malos tratos, patadas y baionetas. Yo era el cuarto del a la
izquierda. Observé cómo, a nuestra derecha, un teniente estaba conversando con un
soldado.
Este llegó a nosotros, dando al alemán que estaba en el extremo izquierdo de la
fila, orden de dar vuelta entera e ir al campo, donde puede bajar los brazos. El
soldado fue detrás y cuando el alemán estaba unos 20 a 30 pasos dentro del c a mpo,
el soldado levantó la carabina, dandole, por detras, un tiro. El alemán cayó, y el
soldado, acercándose a él, le dio otro tiro en la cabeza. El soldado regresó, matando
el segundo y el tercero del mismo modo. Cuando, enseguida tocó mi vez, el soldado
llamó al mismo tiempo a mi vecino porque, a lo que me parece, no le gustaba perder
mucho tiempo. Detrás de mi vecino fue, entonces, un segundo soldado. Después de
haber dado unos 20 a 30 pasos dentro del campo, fui herido en la espalda por un
disparo, que me atravesó el pecho. Caí al suelo, con los brazos extendidos hacia
adelante. El soldado queriendo darme otro tiro en la cabeza, se dejó engañar por mi
gorra que en mi caída se desplace demasiado hacia el lado izquierdo, de maner a que
el proyectil pasó entre la cabeza y la gorra , raspándome, apenas levemente. Me
quedé inmóvil en la posición en que creía y, de plena posesión de mis sentidos, oí
todos los otros tiros. Después de que se oscureciera, - habría levantado media hor a -
me temía que viera a una clase para enterrarnos, por lo que me arrastré, con mucho
cuidado, hasta un monton de paja que quedaba delante de mí. La lesión en el pecho
no me incomodó mucho. Cuando ya estaba junto a l monton de paja, empezó, de
repente, a quedar todo claro, viendo que habían incendiado los montones de paja.
Temiendo que el fuego avanzara, también, en donde yo estaba, me arrastré unos
40 a 50 metros más adelante, y, finalmente, hasta una zanja y un charco d e agua
donde pude matar la sed. Me quedé toda la noche porque estaba sin fuerzas para ir
más allá. Cuando empezó a aclararse -las 7:30 horas, noté una patrulla polaca que
revisaba la zanja. Me preguntaron de dónde venía. Les respondí, conforme a la
verdad que yo iba a ser fusilado el día anterior. Quisieron que les indique el parader o