CRÍMENES POLACOS CONTRA ALEMANES ÉTNICOS EN POLONIA-EDICIÓN MEJORADA CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS-2020 | Page 33

En la comisaría central tuvimos que atravesar un pasage de unos 8 metros, bajo los culatazos de los circundantes. Alrededor de una hora quedamos parados junto a una pared, de brazos erguidos, habiendo rebuscado nuestros bolsillos. Se organizó entonces una clase de cerca de cien personas, la mayoría ciudadanos conocidos de l a ciudad; nos empujaron a la calle y nos obligaron a marchar, de brazos levantados y bajo custodia, por las calles Danziger y Elisabethstrasse, hasta el cuartel que se encuentra junto a la estación del ferrocarril. En el camino, las fieras humanas nos amenazaron con sables, puñales, hachas, escupieron y nos golpearon - mis pobres hijos casi que no resistían más. Se hallaban otros menores de nuestra clase. En el galpón para ejercicios de equitación donde habían levantado un estrado, dieron "la voz de comando - subir" - fuimos los primeros. Llegaron cada vez más - muchos padres con sus hijos; al final, cuando empezó a oscurecerse, éramos cerca de 400. Todos estaban serenos, tranquilos, pero el coraje brillaba en los ojos. Hubo un momento de inquietud cuando un muchacho inteligente, unos 20 años de edad, se alejó unos seis pasos de nosotros. Le dispararon, cuando grito: "Heil hitl ...", un tiro que, hiriéndolo en el vientre, lo acostó boca abajo. Se ataron las piernas que aún se movían, en una camilla y lo llevaron a cabo ba j o una lluvia de blasfemias. "Presentarse aquellos quien tiene su cuaderno militar consigo" fue la nueva orden. Los cuadernos fueron recogidos. Pueden ir a recibirlas, mañana, en el comisariado. Algunos de nos otros fueron destacados para llevar municiónes - fueron ellos los pocos felices, pues la mayoría de ellos todavía esta va con vida. Los otros fui mos afiliados y tuvimos que marchar por la calle Kurawier hacia Brooza. Ya en camino, los hombres más ancianos que comenzaron a perder la fuer za , fueron picados con bayoneta y algunos muertos. Poco más allá de la ciudad dieron orden de "alto"; tuvimos que dar una "viva" a Polonia, después de lo que nos mandaron a casa. Cuando la clase llegó a la calle Kujawier. La proximidad de los números 30 a 60, fuimos sorprendidos por una lluvia de balas que venían de frente y de atrás. Muchos, entonces, fueron asesinados con increíble bestialidad. De nuevo, verificamos que la clase ya no contaba sino unas 1 5 0 personas. Nos llevó adelante un destacamento de municiones. Queriendo proteger a mis hijos, fui herido en el muslo derecho por una baionetada. Quien no podía andar y se sentaba, era abatido a culatazos, porque al cabo de dos horas el primer teniente prohibió los tiros a causa de las detonaciones. Mas alla de Km. 10 fuimos obligados a entrar unos 3 km. al interior del bosque, del lado izquierdo de la carretera, donde fuimos acorralados en un establo bajo, abier to, en pésimo estado; fue el lunes a las 5 de la mañana. Con gran asombro consegui mos contar sólo a 44 personas; nos torturaba, terriblemente, el hambre y la sed. A cada hora, interrogaron a mi hijo Heinz, a distancia de cinco pasos delante de nosotros, para saber si yo u otros habían disparado sobre militares polacos. Él nos defendi ó de una manera optimista, en polaco, obedeciendo las instrucciones que le pude sugerir en voz baja, pues él tenía licencia de visitarnos; finalmente logró vencer la soldadesca bruta por su genio afable. Nos quedamos, sin embargo, estresados de pavor cuando