CRÍMENES POLACOS CONTRA ALEMANES ÉTNICOS EN POLONIA-EDICIÓN MEJORADA CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS-2020 | Page 122

Al caer la noche, nos condujeron hacia un gran prado, rodeado de enorme multitud. Llegaron otros grupos de internados, entre ellos mujeres y menores, dos lisiados que apenas podían andar, eran inválidos de la guerra con pierna s de pa l o, y muchos que tenían la cabeza atada y las vestiduras ensangrentadas. En el prado , nos mandaron formar en filas de cuatro, siendo contados. Obedeciendo la orden del jefe de nuestra escolta que se componía de algunos policías y varios atletas en el uniforme de la organización militar de la juventud, tuvimos que hacer ejercicios y entonar un canto de odio contra Alemania. A continuación, me mandó venir, en mi hábito de orden, solo, hacia adelante, y hacer ejercicios bajo los gritos de la multitud. Finalmente mandó que me colocara en la primera fila, por así decir, como jefe de los revoltosos, como éramos siempre denominados. A continuación, fuimos a pi e a Schwersenz, a través de la multitud instigada, de hombres que nos escupían, que nos tiraban estiércol de caballo, que nos maltrataba a golpes, pedradas y patadas. La escolta no hizo nada para protegernos, o por otra parte quien quisiese hacerlo quedaria impotente para hacerlo, ni tendría la energía necesaria. En Schwersenz, la población embrutecida, provista de palos, golpearon tanto a los cansados como a l os menores que venían en carros, hasta que los palos se rompían. Noche, al día siguiente, que casi todos los presidentes de todas las organizaciones alemanas y todos los eclesiásticos alemanes habían sido reunidos. Todos ellos eran hombres, convencidos de haber cumplido con sus deberes para el Estado polaco, razón por la cual no comprendían el trato que se les estaba dando, como si fueran criminales de última categoría. En Schwersenz pedimos, un cura evangélico y yo, licencia para cumplir nuestra misión junto a los internados. Pero el jefe de nuestra escolta me dio una respuesta áspera y negativa. Seguimos adelante, por entre las molestaciones de la plebe, vía Kostrzin, hasta Wreschen, donde fui mos, de nuevo, maltratados a golpes y patadas. Allí, mi cardenal, y tan cerca de nosotros que nos debe haber reconocido como internados de Posen, pero nada hizo a nuestro favor. En Wreschen, nos mandaron de nuevo, en un salón, a hacer ejercicios; nos mandaron levantar, sentarse, arrodillarse, etc. el odio del jefe se dirigía, particularmente, contra mí, me llamaba hipócrita y embustero, diciendo que se debía arrancar la cruz porque la había traicionado. Partimos por el mediodía. La es c ol ta s e embarcó en los carros, junto con los enfermos, y, muchas veces, tuvimos que correr detrás de los carros cuando los carroceros recordaban de que el trote les convenia mas, a sus animales, que solo caminar. En las poblaciones, cada uno de nosotros se cubria, con mantas y capas, para protegerse contra las peligrosas pedradas. Hecho que no llegué a comprender, y que soldados, y hasta oficiales polacos, se pusieron de relieve en esos malos tratos. Así, sucedía, que militares polacos, portadores de distinciones, iban a lo largo de las fila s, dando fuertes patadas en uno u otro que estuviera a su alcance. A partir de Konin, no pudimos continuar nuestra marcha hacia Kutno, tomando, de repente, rumbo hacia el norte.