Crisis Civilizatoria | Page 90

Gisela Landázuri Benítez l Liliana López Levi La economía rural ha sido tradicionalmente diversa, donde las actividades agrícolas se combinan con otras para incrementar el bajo ingreso familiar. En este sentido, el turismo no tendría por qué contraponerse, mientras no sea la estrategia dominante. Sin embargo, el posible desarrollo turístico apunta a una economía de servicios, en los que difícilmente van a poder encontrar empleo los que por generaciones se dedicaron a trabajar la tierra. Lo anterior se ha hecho patente en varios lugares donde el capital se ha apropiado con la promesa de desarrollo y generación de empleos, como las zonas costeras.8 El problema de los programas de desarrollo turístico y de la promesa de desarrollo mencionada, estriba en la pretensión de incorporar a las comunidades rurales en un modelo de desarrollo capitalista, donde el consumo es central y donde los valores occidentales se imponen en el marco de una globalización y estandarización cultural, como si todas las sociedades locales tuviesen las mismas aspiraciones mercantiles (Miranda, 2012:6). Desarrollo, turismo y sustentabilidad Si bien el desarrollo sustentable fue definido, desde la Comisión Brundtland como: “Aquel que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer el de las generaciones futuras”, la implementación de las políticas orientadas a ello no pueden sustraerse de la rentabilidad económica desde una perspectiva empresarial, como lo demuestra la investigación de Alejandra Cazal (2010). El patrimonio y las prácticas tradicionales se convierten, en recursos económicos, productos y servicios. Lógicas que están en otra racionalidad, ajena a quien privilegia sus costumbres, relaciones, cultura e historia. El capital, se atribuye el conocimiento, la capacidad de administración y comercialización frente a los que, según él mismo: “no saben lo que les conviene”. Frecuentemente se apr