Xochimilco: chinamperío, patrimonio cultural y prácticas turísticas
Aunque existen indicios de un turismo anterior al siglo XX, desde la esfera
gubernamental y de acuerdo con un documento de la Cámara de Diputados, el
desarrollo turístico tuvo tres etapas: La primera entre 1945 y 1958, cuando los
jets se insertaron en la aviación comercial; después entre 1958 y 1970, cuando
se planearon Cancún e Ixtapa; y el periodo posterior, donde se ejecutaron
dichos proyectos y se produjeron nuevas realidades socio-territoriales (Centro
de Estudios Sociales y de Opinión Pública, 2006).
A partir de entonces, el desarrollo turístico ha implicado el uso comercial
de los patrimonios culturales y naturales. Tanto en el caso del turismo de sol
y playa, como en el turismo de interior, los efectos derivados de lo anterior,
nos llevan a cuestionar los límites y las amenazas que produce la asociación
turismo-patrimonio, que en muchos casos se justifica a partir de la promesa de
un crecimiento económico y de una mejoría en la calidad de vida. Es común
que se generen expectativas en términos de empleo, ingresos adicionales y
mejoras a la localidad; lo que ha llevado a que se acepten políticas públicas
orientadas a promover el turismo y que la población, no sólo las acepte, sino
que se haga copartícipe de ellas. Sin embargo, en el marco de este debate,
también hay autores como Miranda (2012:5) que afirman que el patrimonio
cultural puede tornarse dinámico si las comunidades logran redescubrir su
simbología, renovarla e innovar con ella en beneficio de su seguridad y en
garantía de su existencia.
En este sentido, consideramos que las propuestas de desarrollo local a
partir de la ampliación de la afluencia turística y las prácticas asociadas a
lugares concretos, como el que más adelante se presenta, no deben hacerse al
margen de la evaluación de las posibles consecuencias. Nos preocupa que el
reconocimiento del patrimonio se ha convertido en un arma de doble filo, ya
que si bien se invierten recursos con la finalidad de rescatar y fortalecer aquellos
elementos locales que se consideran de valor natural y cultural, tangible o
intangible, esto ocurre en el marco de un esquema capitalista neoliberal, cuya
dinámica también pone en riesgo lo mismo que valora. La maximización de las
ganancias llevan a procesos de deterioro, cuando no se considera la capacidad
de carga de un sitio turístico. La muestra más evidente es la cantidad de basura
y contaminación que los turistas dejan a su paso.
Con base en lo anterior, consideramos que la promoción del turismo como
motor del desarrollo, sobre la base del “aprovechamiento” del patrimonio, debe
ser analizada y planeada con cautela, ya que la implementación de planes y
programas turísticos, muchas veces prometen desarrollo económico y terminan
por generar procesos de exclusión social y de deterioro ambiental.
Aunado al planteamiento anterior, queremos destacar de manera particular,
las implicaciones para el ámbito rural y la producción agrícola, de la promoción
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