Introducción
Los resultados demuestran una conservación óptima en los diferentes tipos
de bosques de las cinco comunidades consideradas en función de los tres tipos
de tenencia de la tierra (ejidal, bienes comunales y propiedad privada) y los
posesionarios reciben el pago correspondiente.
En otro trabajo, Gisela Landázuri Benítez y Liliana López Levi presentan
el estudio Xochimilco: chinamperío, patrimonio cultural y prácticas turísticas, en él
se reflexiona sobre los vínculos entre patrimonio y turismo. Interesa conocer
las consecuencias de la turistificación del patrimonio en el ámbito rural, así
como las propuestas que se hacen tanto desde el ámbito académico, como
desde la experiencia local, para resolver las problemáticas que se generan ante
la implementación de este tipo de proyectos. Preocupa que el reconocimiento
del patrimonio se ha convertido en un arma de doble filo, ya que si bien se
invierten recursos con la finalidad de rescatar y fortalecer aquellos elementos
locales que se consideran de valor natural y cultural, tangible o intangible,
esto ocurre en el marco de un esquema capitalista neoliberal, cuya dinámica
también pone en riesgo lo mismo que valora.
En este sentido, la maximización de las ganancias llevan a procesos de
deterioro, cuando no se considera la capacidad de carga de un sitio turístico.
La muestra más evidente es la cantidad de basura y contaminación que los
turistas dejan a su paso. El caso de Xochimilco, su zona chinampera, cuya
gran riqueza natural y cultural incluye elemento que van desde el paisaje
hasta la gastronomía, son producto de una cultura que perdura desde tiempos
prehispánicos y que ha sido reconocida por instancias locales, nacionales e
incluso internacionales. Para que exista un manejo adecuado del binomio
patrimonio-turismo es necesario partir de la participación comunitaria y el
respeto; de la valoración de la diversidad cultural, de la riqueza en términos
de conocimientos, valores, aptitudes, intereses, principios y aspiraciones. El
vínculo con los actores involucrados, es decir entre individuos asociados al
turismo (ya sean turistas o prestadores de servicios) y la comunidad rural en
cuestión, es fundamental.
Consideran imprescindible que los operadores turísticos conozcan la
cultura local del lugar que promueven y en donde trabajan, en particular, la
identidad, las implicaciones del diálogo intercultural, la etnicidad, cosmovisión
y los elementos de globalización. De no ser así, se promueve el conflicto,
la distorsión de los significados y la explotación del lugar. Debe haber una
planeación territorial para impulsar el turismo en época de menor labor agrícola
y así evitar la migración.
Por ello, argumentan las autoras, es necesario pensar seriamente en el manejo
y gestión del patrimonio como herencia cultural y natural, con implicaciones
sociales. Todo lo anterior deriva en la necesidad de un ordenamiento territorial
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