por Rosendo Ruiz
Este año fui invitado por el festival de Rotterdam
para presentar mi película Tres D. Si antes de
aceptar hubiera sabido que casi toda Holanda está
entre los 3 y los 5 metros bajo el nivel del mar, no
iba ni en pedo. En eso pensaba mientras me
mostraban fotos de los diques de más de 40
kilometros de longitud que contienen al océano
para que no se inunden las ciudades. Ver cómo ese
paredón por el que circula una carretera desafía de
un lado el mar para que del otro, unos cuatro
metros más abajo, quede contenido un tranquilo
lago… es una imagen que mete miedo en serio.
Por suerte, recién nos enteramos el último día del
festival, tomando unas birras con unos amigos en
un bar de Ámsterdam. Las ganas de huir de la
inundación me duraron solamente medio día.
Mar del Plata y Rotterdam son los dos festivales
más grandes a los que he asistido. El epicentro del
festival holandés, donde funcionan acreditaciones,
prensa, invitados, comedor y la mayoría de las
oficinas, es un enorme y lujoso edificio para
convenciones, con gran cantidad de salas para
conferencias y una sala de cine de las más grandes
y modernas que he visto.
A nosotros, a Inés y a mí (viajé con mi señora y
productora Moyano), nos dieron hospedaje en un
hotel boutique de lo más primer mundo que pueda
existir. Una vez ubicados, con los típicos bolsitos
de festival que contienen catálogo, invitaciones a
fiestas, tareas, charlas, listas de los teléfonos
importantes, entrevistas, credenciales y demases,
nos aventuramos en la experiencia Rotterdam.
Ir a festivales a ver películas, como suelo hacer en
Mar del Plata o el BAFICI, es distinto de asistir a
un festival a presentar la tuya, y más cuando es “la
premiere mundial”. Así que después de armar la
agenda de tareas, acomodé mi agenda para ver lo
que más pudiera. Por suerte mi amigo Martín,
editor de esta revista, me hizo una lista de
recomendaciones que me ahorró tener que investigar entre las 400 películas o más que había para
elegir. Igual, entre mis horarios y las recomendaciones, sólo pude combinar muy pocas.
A la espera de nuestra función de prensa, convencí
a Inés de que fuéramos a ver Oktober November de
Götz Spielmann, película austríaca que no venía
en la lista de recomendaciones del editor pero la
elegimos por conveniencia logística, ya que se
pasaba en el mismo cine en el que media hora
después sería la función de prensa de Tres D.
Resultó un culebrón familiar que enreda a dos
62
hermanas de pueblo, la exitosa y la ama de casa
frustrada, mientras reviven conflictos familiares
por unos días de convivencia forzada durante la
agonía del padre. El hombre no se moría más,
alucinaba, pegaba gritos. Cuando todos se acercaban pensando que había muerto pegaba saltos y
contorsiones que empezaron a causarle gracia al
público. Al principio la gente parecía no querer
reírse, pero luego todos nos relajamos y empezamos a reír sin ninguna concesión para los realizadores que estaban en la sala.
Nuestra primera película fue una frustración pero
no había de qué preocuparse, estábamos felices y
disfrutando de una ciudad bella, con arquitecturas
para volverse loco, con aire fresco, muy fresco, y
más todavía cuando nos enterábamos que en
Argentina se acercaban al infierno con sensaciones
térmicas de casi 50º. Con una sonrisa me fui a ver
mi segunda película, que vi solo porque Inés
trabajaba mandando mails, asistiendo a charlas,
organizando entrevistas y demases. Kiyoshi Kurosawa, ¿qué hiciste o qué quisiste hacer en Real?
¿Una de ciencia ficción con gente que se mete en
los pensamientos del amado (en coma), para
después invertirnos la historia y hacernos saber
que la película era sólo la construcción mental del
amante (que era el que estaba realmente en coma)?
¿Y todo esto para desentrañar una culpa del pasado
en el que vieron ahogarse a un niño malo, que en
realidad sentían que merecía morir y que no
ayudaron? ¿Y de pronto el espíritu de ese niño
malo se trasforma en un dinosaurio en 3D que es
más tonto que Larguirucho? Querido Kiyoshi,
tremendo pelotazo te mandaste. Lejos quedó Real
de Tokyo Sonata o de Retribution. Esperemos que
este traspié no haya sido tan real como parece.
Así fueron pasando los días presentando las cuatro
funciones de nuestra película y respondiendo a las
preguntas de la audiencia al final de cada una. De
varias películas que vi sólo recuerdo los primeros
diez minutos porque me desnuqué mal: la culpa es
de esas butacas híper cómodas y de un gran
cansancio acumulado que pudo relajarse en el
festival. Entre las que sólo vi entre sueños están:
Educación sentimental del encantador Júlio
Bressane, Mary is Happy, Mary is Happy de
Nawapol Thamrongrattanarit y Mouton de
Marianne Pistone y Gilles Deroo. Pero hubo
algunas en las que no me dormí y sobre las quisiera
compartir un par de impresiones. Me refiero a
Réimon y Matar a un hombre.
Réimon de Rodrigo Moreno. Excelente película
que te dice desde el inicio: Yo miro esta historia de
lejos, no me meto en estas vidas, las espío, las