Cinéfilo 16 - Marzo 2014 | Page 51

Y se hizo la luz El 3D: “Ahora inventaron el 3D. Tres dimensiones. Es decir que cuando un pájaro pasa frente a su nariz, usted puede atraparlo, ¡bien! ¡muy bien! Y las atracciones del cine… Ahora hasta hacen que se muevan sus asientos, como si estuvieran en un caballo. Hacen incluso experimentos para el olor. Y van a ir todavía más lejos. En la naturaleza eso se llama atracción, pero ya no hay pensamiento, no hay estructura, no hay lenguaje cinematográfico, invenciones de montaje, ya no hay nada. Y en la sala comen pochoclo. Cuando uno va a los multicines lo primero que huele es el olor a pochoclo. Todo eso nos alejó del arte y del lenguaje cinematográfico, y si alguien se atreve a seguir haciendo cine de verdad como intentan todavía algunos de mis colegas, ningún productor quiere esa película. Dicen: ‘¿Qué es eso? ¿Qué voy a ganar con eso? Hay películas en 3D, hay películas de pantalla ancha, hay películas con sonido Dolby, con verdadero sonido Dolby, ¿y vos hiciste esto?’. Es una pena porque se pierde a la gente que nos podía ofrecer la profundidad del pensamiento, que podía darnos una amplia gama de reflexiones sobre el fenómeno de la vida, se nos perdió todo eso. Por eso trato de hacer películas en lenguas incomprensibles, como para volver a lo que veníamos diciendo.” EC: Hiciste un film en Toscana sobre un monasterio, otro en África del que ya hablaste, varios en Francia, ¿cómo es tu relación con filmar en distintos lugares del mundo? ¿Qué sentimiento tenés cuando filmas en distintos lugares? ¿Tu lenguaje cambia? ¿Cómo te impresiona el cambio, el nomadismo de tu trabajo? OI: Qué te voy a decir, yo hago todo el tiempo la misma película, no importa donde esté. La vida continúa, aparecen acontecimientos que me sorprenden, me influencian, me encantan, y simplemente trato de encontrar un lugar en el que esto pueda salir a la luz del día. Fui a Toscana —por cierto, esa película [Un pequeño monasterio en Toscana, 1988] también es totalmente sin palabras. Fui a Italia y me encontré cuatro franceses jóvenes y un abuelito, todos franceses agustinos que vivían en un pequeño monasterio. Los jóvenes franceses eran ex scouts que el tipo desvió y convirtió en monjes. Ese fenómeno me interesó. En pleno pueblito de Toscana, donde hay jabalíes, cacería, cocina, cantos, fiestas, aristocracia, pobres, ricos, están estos monjes que cinco veces al día hacen una misa. Me interesó y dije: eso es interesante porque es imposible. Entonces hice una película para nada anticlerical, en la que los monjes tienen su lugar como monjes, los campesi49