Cinéfilo 16 - Marzo 2014 | Page 31

La casa finalmente la imagen de una escritura. Tal vez el cine no pueda alterar el tiempo de las tardes aunque quizá alcance para desgarrar el velo del olvido de algunas ciertas soledades. Dicen que Juanele murió en algún cierto lugar de algún cierto año. En el (este) cine nadie muere. Estoy solo y llego solo / sólo el río me acompaña / Invoco a los que ya no están / los que me acompañan siempre / No soy un demiurgo / soy el amor / Estoy solo y me voy con todos ustedes / Espectador Nuevamente ese plano maravilloso de una presencia humana sobre una canoa, esfumada en los contornos de la naturaleza, casi como cortando la niebla. Nuevamente el río y sus orillas y ese lento travelling avizorando troncos emergiendo y árboles hundidos casi hasta su copa y vacas pastando entre los juncos. Y el hombre solo sobre esa canoa, solo con los sonidos que llegan con él, sonidos de este y otro tiempo, risas de niños y remos chocando con el agua, sonidos del río y de voces lejanas, remando, acercándose hacia la orilla, encendiendo un fuego; no parece haber nadie ahí. Tal vez, este hombre, no es un poeta, al menos no de los que escriben, quizás tan sólo un pescador, tanto como eso, un poeta sin escribir. Y esa mujer caminando a su lado, sin hablar, por entre el paisaje que seguramente fue su paisaje, sentándose a su lado, también sin hablar, en la puerta de una casa que seguramente fue su casa, lavándose las manos en el río que seguramente fue su río, esa mujer despidiéndolo con una infinita sonrisa de ternura, en el medio de un claro selvático, esa mujer, fue su mujer. Y ese hombre mayor desarmando una canoa, esos niños jugueteando en las barrosas aguas del río, toda esa gente en la mesa de cualquier día, comiendo los frutos de ese río siempre tan cerca, este perro acariciado, esos perros negros y grises, cachorros y adultos, acaso fueron su familia. Y ese hombre joven, esa silueta caminando en la orilla del río acaso fui yo mismo. El rostro Y acaso he vuelto para invocar a los que ya no están