Cinéfilo 16 - Marzo 2014 | Page 25

El desconocido del lago las que efectivamente el deseo tiene un lugar importante y en las que el deseo se satisface, se resuelve, encuentra una salida en el sexo, pero siempre he buscado algo distinto. Creo que el sexo es también, y fundamentalmente, algo bastante insatisfactorio. Buscamos algo que vaya más allá, un deseo que pueda ir más allá del sexo. Pienso que Henri lo enuncia claramente en El desconocido del lago, pero ya está presente en Ese viejo sueño que se mueve, donde ningún personaje enuncia este deseo de rebasar el sexo, pero yo como cineasta lo enuncio. Justamente la fuerte resolución en esta película es renunciar al sexo, hacer las cosas de tal manera que los hombres no se encuentren en el deseo sexual pero sí en una forma de amistad. También pienso que la amistad tiene que ver con el deseo, algo que ya estaba presente en No hay descanso para los valientes. Pienso que fue un error de mi parte, pero en ese momento estaba totalmente convencido que en la relación entre Basile y el viejo Roger, que tiene 65 o 70, era fundamental que no hubiera sexo entre ellos. Había algo que no funcionaba y entonces había que ir más allá. Y creo que en ese momento lo que me hizo no llegar a la resolución sexual entre ellos fue el pudor, pero de todas maneras hay algo, un punto sobre el que siempre giro. Como también lo hicieron Sócrates y Platón... El banquete, por ejemplo, está directamente relacionado con esta idea de rebasar el sexo. También aparece en los trovadores. Yo soy del Sur de Francia, de Occitania, de un país de trovadores, que profesaban la idea del amor cortés. En su ideal lo importante no era acostarse o hacer el amor con la mujer a la cual cortejaban —generalmente la dama de un caballero— sino dormir cerca de ella. Eso me parece muy hermoso, esta idea de que el sexo es tan insatisfactorio que tal vez no sería tan malo dejarlo de lado, alimentar el deseo de otra forma. Y me gusta que el deseo no sea un problema que hay que resolver como algo que hay que evacuar porque hay demasiada presión, como si fuera una olla express. En El desconocido del lago hubo un cambio de registro porque por una parte me parece que yo no había enfrentado realmente la sexualidad, mi propia sexualidad en el cine. Lo más que había hablado de sexualidad había sido en El rey del escape, en que un homosexual se dedica a amar a una chica y sólo lo vemos en esas relaciones heterosexuales, así que nunca había filmado las relaciones homosexuales. Entonces pensé “Hay que animarse a hacerlo, hay que superar el pudor”, porque el sexo es una cosa importante en la vida y en la pasión, por supuesto. Cuando uno se enamora de alguien, cuando tenemos a alguien en la piel, eso está relacionado con el sexo, con órganos que funcionan, y quería mostrar a esos órganos funcionando. No solamente mostrarlos sino también tomar lo que generalmente ponemos del lado de la pornografía y volverlo a unir con la pasión, e incluso con el diálogo postcoital o con una historia. Es decir que la cuestión, a grandes rasgos, era hablar del sexo pero sacando el sexo de la pornografía. Eso era muy importante para mí. Y está también la idea de que si sigo con esa idea de hablar de lo real, de lo cotidiano… Me parece que cuando hacemos cine tratamos de representar lo real, lo cotidiano, de la manera más fiel posible. Desde hace ya un buen tiempo intentamos hacerlo y poco a poco la gran elipsis del amor fue cada vez menos elíptica, empezamos a ver actores besarse, después darse verdaderos besos de lengua, luego vimos actores en la cama y poco a poco hemos ido 23