Cinéfilo 16 - Marzo 2014 | Page 15

HACIA RUTAS SALVAJES Prince Avalanche de David Gordon Green por Leandro Naranjo David Gordon Green vuelve a las ligas menores. Fuera de los estudios californianos, en una zona rural texana recientemente afectada por el fuego, encuentra una película “menor” pero importante, más compleja y trascendente de lo que aparenta, acaso escondida detrás de su tono medio, entre la textura de una comedia templada y la temperatura de un drama de baja intensidad. Lejos de la esquizofrenia, esa fusión de géneros es un equilibrio de tiempos y emociones que ocurre con la ligereza necesaria para quitar la atención de sí misma y trasladarla al relato. Alvin (Paul Rudd) y Lance (Emile Hirsch), sumidos en una suerte de convivencia forzada, trabajan en la señalización de un camino escasamente transitado del Sur de los Estados Unidos. La situación los obliga a compartir sus soledades y a tolerar, luego de una serie de desencuentros importantes, las diferencias irreconciliables de sus modos de vida. Hasta acá, los rasgos temáticos del film parecieran apuntar al plot típico de una buddy movie; Todo un parto de Todd Phillips es un ejemplo cercano (y algo más tosco, por cierto) que bien podría funcionar como referencia. Alvin es un adulto sensato y sensible que disfruta del aislamiento y el desafío que implica la vida nómade al aire libre. Lance es un joven imprudente y frívolo que lo sufre. Sus estilos de vida y sus necesidades inmediatas difieren radicalmente, pero el vínculo obligatorio que en principio los conflictúa termina finalmente por acercarlos: inevitablemente, ambos deberán esforzarse por compatibilizar lo que cada uno de ellos necesita y tiene para ofrecer como persona. Ambos sentirán la necesidad del otro cuando algún problema difícil de superar los desacomode y los desoriente, y entonces será momento de aprovechar la compañía. Hasta entonces, sólo hay entre ellos distancia y accidentes, materia prima del humor de la película, siempre efectivo y bien administrado como para no eclipsar jamás al drama. Entre la carcajada y el llanto, Prince Avalanche recorre una distancia prudente que le permite ir y volver con facilidad, sin llegar nunca a los extremos. La habitual mesura de Paul Rudd funciona a la perfección en ese sentido y es un soporte elemental de la película. Su registro actoral armoniza perfectamente con la propuesta de la película y, eventualmente, logra adecuar los desfasajes de Emile Hirsch, que con cierta regularidad se muestra algo incómodo en el tono y trabaja con más altibajos que su compañero. Paul Rudd sorprende en un papel nada habitual 13